El rabino Yigal Levinstein, de la Yeshivá de Eli destinada a jóvenes en su año previo al servicio militar, conocido por su homofobia a ultranza, volvió a hacer observaciones escandalosas contra las mujeres que realizan el servicio militar obligatorio de dos años. Entre sus comentarios, afirmó, de acuerdo con informes reportados por los medios israelíes, que mujeres israelíes que ingresaron al ejército como «judías» salieron «no judías». También se preguntó «¿quién estaría dispuesto a casarse con mujeres que sirvieron en unidades de combate?”.
Esas declaraciones del misógino rabino, se suman a otras provenientes de la misma Yeshivá y de otras que se caracterizan por ese tipo de declaraciones. Alumnos de Levinstein pagaron la edición de cien mil ejemplares de extractos de sus clases, que fueron repartidas a lo largo y ancho del país la semana pasada, tratando de explicar “científicamente” la innata inferioridad de la mujer respecto al hombre.
Una de las razones que explica la proliferación de este tipo de declaraciones justamente ahora, quizás se deba al imponente avance de la cantidad de jóvenes religiosas que prestan servicios en el ejército que pasó 937 en 2010 a 2.200 en 2017, muchas de las cuales pertenecen a la infantería del ejército israelí que cuenta con cuatro batallones mixtos. Ya no se trata de “cuidar” del joven religioso que se enrola y la posibilidad de que sus deberes militares comprometan o pongan a prueba sus principios religiosos, sino que comienza a generarse un nuevo doble desafío. Las mujeres en el ejército van ocupando lugares destacados también en áreas de combate y se convierten en oficiales que tienen a su cargo batallones y unidades y como si esto no fuera suficiente, miles de jóvenes religiosas comienzan a considerar el servicio militar como una opción real. Ya no es automática la elección del Servicio Nacional.
Estos voceros entre los miembros del movimiento nacionalista religioso, defienden una visión tradicional de papel de la mujer que, según ellos, debe está destinado principalmente a cuidar de los niños y la casa y como mucho a alguna profesión “femenina”, sin duda el ejército no es una de ellas.
El problema, entre otros, es que estas personas, ostentan lugares de liderazgo y poder y cuentan con suficiente espacio y medios para divulgar sus pensamientos, y sus declaraciones podrían ser un factor que estimule y legitime un discurso discriminatorio hacia la mujer en el mejor de los casos y la violencia de género en el peor.
Es difícil saber si Yigal Levinstein o algunos de sus colegas de pensamiento, haya leído a Schopenhauer, autor de algunas de las más despreciables perlas misóginas de todos los tiempos: «Las mujeres son criaturas de ideas cortas y cabellos largos» o algún otro. Lo que sí queda claro es que no ahorran en citar una y otra vez pasajes talmúdicos que en apariencia dan sustento a sus concepciones, como si uno no pudiera acaso citar pasajes totalmente opuestos. Posiciones como estas no sólo atentan contra la mujer sino que desdibujan y enturbian el judaísmo mismo, presentando una visión reaccionaria y anquilosada de sus principios y valores.
Como en muchas otras épocas y lugares, también en el Israel de hoy podemos comprobar que la xenofobia, la misoginia, elnacionalismo, y el populismo van de la mano.
Hubiera sido gratificante escuchar más voces de rechazo y protesta dentro del mundo religioso. Corremos el riesgo que discursos de este tipo dominen el espacio público de nuestras sinagogas y casas de estudio, y logren así alejar aún más a los hombres y mujeres que pensamos que la Torá es fuente de vida y creación.
Avance de la misoginia entre rabinos sionistas nacionalistas – Ethel Barylka
