Por Ethel Barylka Ilus. Ana Elena Gun
A menudo se dice que el judaísmo no es, en contraste con otras concepciones, solo una fe en el corazón, sino que estamos obligados a realizar acciones concretas que pautan nuestra conducta más allá de la fe que el individuo pueda o no tener. Y sin embargo, en esta parashá encontramos una mitzvá que aparentemente se relaciona con el aspecto esencialmente emocional. Un asunto de por si extraño ya que es imposible dar órdenes al sentimiento o a nuestra reacción psicológica.
Leemos en la parashá de Kedoshim: “Cuando un extranjero resida con vosotros en vuestra tierra, no lo maltrataréis. El extranjero que resida con vosotros os será como uno nacido entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto; yo soy el Señor vuestro Dios.” Vaykrá 19:33 Y antes de eso en la misma parashá “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vaykrá 19:18). Dos expresiones que hacen eco con el versículo “y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón.” Dvarim 6:5.
En los tres contextos encontramos en la Torá el tema del amor, y es posible que no solo se trate de una conexión formal, de la expresión similar, sino también de esencia y el contenido.
Es conocida la cita de Rabí Akiva: “Ama a tu prójimo como a ti mismo,” que “esta es una gran regla en la Torá” (Sifre, kedoshim), una declaración en sí misma sublime pero sellada, ya que no explica lo que significa. Vino Hillel posteriormente y nos enseñó por la negativa: “No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti. Esa es toda la Torá, el resto ve y estúdialo” Shabat 31a
Es decir, el amor que se requiere de nosotros parece provenir de un enfoque de amor pasivo y de bajo voltaje. Evita hacer lo que no querrías que te hicieran. En una formulación moderna, “Mis derechos terminan donde tus derechos comienzan”, solo mantengamos una vida justa de respeto mutuo, para que podamos mantener una sociedad humana razonable. No hay que subestimar este enfoque, que también requiere de nosotros un tremendo esfuerzo de concesión, de autocontrol, de la capacidad de subyugar nuestros deseos y nuestros instintos. Este amor requiere de nosotros una elección constante, el ejercicio de la libertad de elección que se nos ha dado para el propósito supremo de “escoger la vida para que tú y tu simiente puedan vivir” (Deut. 19:19), parece que sin esta elección no hay posibilidad de vida.
Hay otro enfoque que no es solo evitar la acción negativa, sino ser activo y enérgico. El amor, que no es solo el respeto mutuo, sino que también expresa un sentimiento de cercanía, como el Rambam lo puso, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, todas las cosas que deseas que otros hagan por ti, hazla tu para tu prójimo… “ Hiljot Evel 14,1.
No es suficiente con el autocontrol, sino que hay necesidad de una acción constructiva.
Pero de una u otra manera, hay un riesgo de entender el imperativo como una cuestión meramente utilitaria: te lo haré a ti y tú me lo harás a mí o no te lo haré a ti y no me lo harás a mí.
El final del versículo “Ama a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy el Señor” parece indicar una dirección diferente y los otros dos mandamientos del amor nos ayudan a entender una dimensión más profunda, más espiritual, más divina del asunto. La Torá no se contenta con el amor al prójimo, sino que hace hincapié en la necesidad de amar al extranjero, al otro, el extraño, a aquel que, incluso si ahora pertenece a la nación, todavía es visto por muchos como un forastero. “Habrá una misma ley para vosotros; será tanto para el forastero como para el nativo; porque yo soy el SEÑOR vuestro Dios” Vaykrá 24:22
La validez del amor no se deriva del beneficio que puedes obtener de él, sino del hecho de que “Yo soy el Señor tu Dios.” “De hecho, en el amor que tendrán por el extranjero, conoceréis a Dios, dice Rav Shimshon Rafael Hirsch, y continúa, “a través del respeto al extranjero, y del amor al extranjero se probará tu temor y amor por el Señor.”
El amor al extranjero, según Rav Hirsch, es el parámetro de la sociedad. A través de él se mide la fuerza moral, la fortaleza judía, la fe y el amor de Dios.
“Amar al extranjero que ha venido a anidarse bajo las alas de la Shejiná[i] (o sea al converso) incluye dos mandamientos positivos: uno porque [también] está incluido entre los “prójimos” [a quienes se nos ordena amar] y otro porque es un extranjero y la Torá (Devarim 10:19 dice: “y amarás al extranjero”.
[Así, Dios] nos ha ordenado en cuanto al amor de un extranjero igual que nos ha ordenado en cuanto a amarse a Sí mismo como [Devarim 11:1] declara: “y amarás a Dios, tu Señor”. El Santo, Bendito Sea, Él mismo, ama a los extranjeros como dice [Devarim 10:18]: “y Él ama a los extranjeros”. Maimonides, Hiljot Deot, 6,4.
[i] O sea al converso.