Por Jenny Asse Chayo Imagen: Lejí Laj @AlejandraOkret
Abraham le dijo a Sara: “He recibido la orden de irme de mi patria, de la casa de mis padres, hacia la tierra que me ha sido prometida”.
-Tendrás que partir hacia el vacío -contestó Sara-, lo único que puede guiarte es tu fe y el íntimo susurro de la Voz que guardas.
-Vete de ti hacia ti, me ha dicho la Voz; cada viaje es un encuentro con el núcleo de uno mismo.
-Vendrán más pruebas de esa Voz que amas, Abraham, vendrán más pruebas.
Abraham tomó un puñado de tierra de Jarán y partió a colmarse de vacío.
Diez pruebas tuvo que vencer Abraham para confirmar su fe.
La Voz hurga en nosotros, nos elige a cada instante,
nos lleva por caminos invisibles. Partir para encontrarse:
el núcleo de la promesa es encuentro con la divinidad perdida y descubierta.
Partir es la llaga que funda la fe de un pueblo,
distanciarse de los otros para unificarse con el otro
Abandonar para regenerar la semblanza de lo que somos.
Elegimos irnos para ser otros,
Dios escucha nuestros deseos,
y nos escoge para cumplirlos.
Desde el silencio, la libertad d ela palabras,
borde que se desliza al núcleo prohibido.
Hay un lugar, un punto recio al que la palabra no puede acceder;
terca, no calla su esperanza de desgarra el fondo de lo oculto.
E núcleo de lo intocado debe permanecer así,
como el Rostro inaccesible que hay en todas las cosas.