Por Vicky Ludmer
Tradicionalmente cuando se habla el mes de Av la reacción inicial es la del dolor, el duelo, la pérdida. Los primeros días del mes conforman el último tramo de las Tres Semanas que comenzaron en Tamuz, siendo el pico más alto de sufrimiento el 9 de Av, Tisha be Av.
La mera mención de esta fecha nos hace estremecer, pues en este día han sucedido las tragedias más grandes del Pueblo Judío. El registro Talmúdico y el histórico dan cuenta de ello: pareciera que fue en Tisha beAv cuando los espías vuelven e informan que la Tierra Prometida es imposible de conquistar, cuando se produjo la destrucción del Primero (año 586 AEC) y Segundo (año 70 EC) Templo de Ierushalaim, cuando los Romanos sofocan la rebelión de Bar Kojba (año 133 EC), cuando se produce la expulsión de los judíos de Inglaterra (1290) y los Reyes Católicos expulsan a los Judíos de España (año 1492), cuando comienza la deportación del Gueto de Varsovia (año 1942), cuando explota una bomba en la AMIA, Mutual de la Comunidad Judía Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires (año 1994), por mencionar algunos eventos emblemáticos. Los libros y los registros seguramente dan cuenta de muchos más.
Ahora, me pregunto, como tantas otras veces, ¿podremos también en medio de esta colección de catástrofes, encontrar otra mirada posible?
Comencemos por la destrucción de los Templos, especialmente el Segundo. Este evento fue de una magnitud tal que aun hoy nos ocupamos de recordarlo en nuestras plegarias cotidianas al rezar la Amida mirando hacia Ierushalaim, así como en las bodas en las que al culminar el novio rompe una copa en recuerdo eterno del Jurban Habait, la destrucción del Templo.
Sin embargo, es este evento doloroso y catastrófico el hito que da comienzo a las prácticas que permitieron la supervivencia del Pueblo Judío hasta el día de hoy. Mientras el Templo era destruido y la revuelta sofocada, Rabi Yojanan ben Zakai, advirtiendo que vencer a los Romanos no era posible pidió al emperador romano Vespasiano que le diera una ciudad pequeña e insignificante, la ciudad de Yavne y a sus sabios.[1] Cuenta la leyenda que los alumnos de Rabi Yojanan ben Zakai lo sacaron de las murallas de Ierushalaim en un ataúd.
La consecuencia de estos actos fue el comienzo de una nueva escuela de estudio que permitió que se continúe y se intensifique el estudio de la Torá y se mantenga la forma de vida judía, pero con algunas adaptaciones, que fueron las que nos traen hasta hoy.
En tiempos del Templo la conexión con D-s estaba delegada en los sacerdotes y en los sacrificios. Eran ellos los encargados de cumplir con los rituales e intermediar en la conversación entre el pueblo y su D-s.
Podemos imaginar el impacto que provocó en los sacerdotes, en los gobernantes y en el pueblo mismo la destrucción del Santuario Sagrado. Probablemente la mayoría, incluyendo a los propios romanos, deben haber creído que se acababa este pueblo tan tozudo que sobrevivía una y otra vez.
Y probablemente eso habría sucedido, de no ser por la audacia de personas como Rabi Yojanan ben Zakai y sus alumnos. El reemplazo de los sacrificios por la plegaria, del sacerdocio por los rabinos que eran maestros y alumnos al mismo tiempo, y principalmente la costumbre del estudio (casi) generalizado son elementos que propiciaron que el pueblo judío y sus tradiciones perduraran hasta el día de hoy.
Desde mi mirada el cambio profundo que provocó la destrucción fue el de quitar el foco de atención del exterior al interior, de la forma al fondo. Fue resignificar y dar valor al mandato bíblico “Y me harán un santuario, y Yo habitaré en ellos.”[2]. Esta orden que es impartida por D-s a Moshé en el capítulo que describe con detalle cómo debía construirse el Mishkan, el tabernáculo móvil que habría de trasladar las Tablas de la Tora durante la travesía, y donde permanecieron hasta que el Rey David decide comenzar la construcción del Primer Templo, el que es finalizado por su hijo, el Rey Salomón tiene escondida un código secreto.
Pese a proponer un diseño pomposo y lleno de ornamentos caros, D-s no pide que le construyan un santuario para habitar en él, sino que dice que habitará en ellos. Y este es el código secreto que la destrucción del Segundo Templo y las decisiones intrépidas tomadas por unos pocos revalorizan y le dan una nueva perspectiva. Dice el Talmud que Desde el día que se destruyó el Templo de Jerusalén, el Santo, Bendito Sea, no tiene en Su mundo sino solamente los cuatro codos de la Halajá.[3] (4 codos es la definición talmúdica del espacio que ocupa una persona.[4] ).
¿Será que el mensaje es que no importa lo suntuoso del envase, sino que lo que importa verdaderamente sigue siendo lo que hay en el interior, y que en el pacto eterno de D-s con la humanidad el recipiente más hermoso y duradero es el corazón de cada ser humano?
¡Cuantos años y cuando dolor debieron transcurrir para que se escuchara este mensaje, y aun hoy sigue siendo puesto en discusión!
A partir de aquí cada integrante del pueblo debe asumir la responsabilidad en primera persona de cuidar y garantizar la continuidad. Ya no es suficiente ni necesario delegar la tarea en unos pocos. Ya no hay, a pesar del deseo de muchos durante todos los siglos por venir, intermediarios ni portadores únicos de la fe y de la conexión con D-s. Cada uno tiene su canal directo, solo hay que querer usarlo.
Los profetas de cada época, que como dijimos en Tamuz dejaron la vida en la advertencia y admonición al pueblo sobre las consecuencias que traería la persistencia en el accionar disvalioso, casi inmediatamente después de cada evento doloroso comenzaron a traer esperanza. Que mejor ejemplo de esto que el hecho que el primer Shabat posterior a Tisha beAv se llama Shabat Najamu, el Shabat del Consuelo, en merito a las primeras palabras de la Haftará[5] Najamu, Najamu Ami, Consuélate, Consuélate pueblo mío… [6]
El libro de Kohelet (Eclesiastés) nos habla de los ciclos en una poesía hermosa que dice que todo tiene un tiempo bajo el cielo, tiempo de nacer y de morir, de plantar y de cosechar de matar y de curar, de llorar y de reír.
Y así, tan solo una semana después del 9 de Av, el día designado como el de mayor duelo y sufrimiento del calendario judío tenemos la celebración de una fiesta considerada como uno de los dos días de mayor alegría para el Pueblo Judío[7].
Tu beAv, el 15 de Av, una fiesta dedicada al amor, a la alegría, a la búsqueda de continuar con el crecimiento del pueblo. Una fiesta de empoderamiento femenino, empatía y generosidad.
Dice el Midrash que en Tu beAv las mujeres salían a los campos vestidas de blanco a buscar y elegir marido, con la particularidad que las ropas que vestían no debían ser propias, sino prestadas. De esta forma se protegía a quienes menos tenían, y no podía identificarse a quienes no tenían prendas blancas para este día especial. [8]
Una vez más nuestra tradición nos muestra que la vida es una danza de contrastes, luz y oscuridad, dolor y alegría, y que depende de cada uno de nosotros elegir como transitar cada evento, dado que siempre habrá de ambos.
Mas de una vez me he preguntado por qué ocurrieron tantos eventos negativos en la misma fecha, Tisha beAv. ¿Fue simple casualidad?
Hoy creo que no. Hoy sabemos que los pensamientos crean realidades y que las palabras tienen un poder creador, tal como leemos en Bereshit donde queda establecido que D-s creo el mundo y sus habitantes con la palabra.
Siendo así, quizás el hecho de repetir año tras año desde hace más de 2000 años que este es un mes de dolor y de sufrimiento, que solo debemos perpetuar un duelo eterno al punto tal que las únicas lecturas habilitadas para este tiempo son aquellas que refuerzan este mensaje (se lee el libro de Eija (Lamentaciones) y el de Job en esta fecha) nos hacen atraer solo eventos afines a esta energía.
¿Qué pasaría si a nuestra memoria, indispensable para evitar que se repitan las situaciones del pasado, le diéramos una impronta más amorosa, y tomáramos el mensaje que cada uno de estos relatos nos quiere transmitir?
El odio sin sentido, la idolatría, la decadencia de la sociedad parecieran realidades que han perdurado en el tiempo sobre las que no hemos aprendido mucho.
Quizás podamos a partir de esta toma de conciencia habilitar la mirada a los otros mensajes que ocurren en la misma época, integrar las advertencias con los anuncios de renacimiento y esperanza y renacer cada año desde un lugar más luminoso.
En el mes de Adar decíamos que al ingresar en el mismo aumentamos la alegría, y que cuando comienza Av la disminuimos[9]. En este sentido, según una leyenda jasídica[10], esta Mishna puede ser leída con una pausa, diciendo Mi she nijnas Av memaatim, be simja. Cuando entramos en Av disminuimos, con alegría. La coma gramatical hace la diferencia y nos da otra perspectiva. Es otra forma de decirnos que aun en el dolor podemos tener esperanza, que después de cada tormenta, por más fuerte que esta sea, volverá a salir el sol.
Quizás podamos observar y reconocer que cada crisis, cada situación dolorosa trae consigo una enseñanza, e incluso una bendición, que solo podemos apreciar cuando tomamos distancia del dolor. Esto no significa negarlo o rechazarlo, ya que dicha actitud solo lo haría más profundo.
Significa atravesar la situación dolorosa con todas las emociones que nos surjan (dolor, enojo, frustración, desamparo, tristeza, por nombrar solo alguna) para luego encontrar el punto de equilibrio a partir del cual damos lugar a la paz interior, a la aceptación y al aprendizaje.
Cada mes nos trae una energía particular. El mes de Av trae condensada la sumatoria de dos extremos. Es una especie de montaña rusa emocional, que nos lleva del abismo más profundo a la cima más elevada.
La sabiduría de nuestro calendario nos ha entregado en los meses anteriores distintas herramientas para que, en este mes, las pongamos en acción.
Cultivar la templanza, observar el huracán sin entrar en vórtice, dar lugar a cada emoción en su justa medida y aprender de cada experiencia nos preparara para seguir el camino.
Un tiempo de contrastes, una paleta de colores que ofrece amplia variedad de intensidades para aprender a transitar por todas ellas, y darle a cada una su justa medida.
[1] Gittin 56b
[2] Éxodo 25:8
[3] Berajot 8A
[4] Eruvin 48A
[5] Porción de los profetas que complementa la lectura de la Tora del Shabat
[6] Isaias 40:1
[7] Taanit 4:8
[8] Taanit 4:8, 30B
[9] Taanit 29A
[10] Esta leyenda fue atribuida al Rab. Menajem Mendel Schneerson (1902 – 1994) o al Rab Chaim Elazar Spira (1861-1937).