Por Malka González Bayo

Casi todos conocemos la historia de Ruth. Cada año la vemos caminar cansada por los campos recogiendo gavillas, pero su historia no solo es conmovedora para el sentimiento, sino para la conciencia de la individuación del alma humana si la observamos en conjunto, desde la totalidad.

Hay muchos ángulos desde los cuales se puede leer la Biblia, pero hay uno que se expresa desde el margen, desde “la frontera” como si parte de la historia de este Libro se escribiera en el límite, al borde de la pérdida y del deseo, pero siempre y al final al borde de la esperanza cuando todo ya parece imposible.

La Historia de Ruth es una historia humana como tantas. La emigración, un matrimonio con dos hijos que se casan con mujeres moabitas, y la viudedad de tres mujeres. Es un relato sencillo y lleno de sobriedad que parece partir de la descripción de las simples condiciones de vida en lo material y sus necesidades, como la búsqueda de sustento en otros lugares que no son los de origen. Sin embargo detrás de esta “aparente” simplicidad, se esconden fundamentos “anímico- espirituales” que van a implicar un paso adelante en la evolución personal y colectiva. Al morir Elimelek, el marido de Noemí y sus dos hijos, esta invita a sus nueras a que vuelvan con sus madres y así como Orpáh vuelve finalmente a su casa, Ruth decide a pesar de todo quedarse con su suegra expresando con toda claridad su decisión de destino:

“Donde tu vayas, iré y donde tu mores, moraré, tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tu mueras, moriré yo y allí seré enterrada”

Se produce el retorno a Belén (Bet Lejem) y cuando llegan allí, Ruth propone el irse a espigar detrás de aquel “a cuyos ojos halle gracia”.

El campo era el de Boaz un pariente de Elimelek que la recoge y atiende con todo respeto al enterarse de todo lo que había hecho por su suegra… y “como has dejado a tu madre, a tu padre y a tu patria y has venido a un pueblo que no conocías antes.¡Premie H´ tu acción, Dios de Israel bajo cuyas alas has venido a cobijarte!”

(…) Boaz dio orden a los criados diciendo: “Que espigue también entre las gavillas sin que la avergoncéis. E incluso dejareis caer para ella algo de los manojos y lo abandonareis para que ella lo espigue…”.

Cuando Noemí le pregunta a Ruth con quien ha espigado, esta le refiere: “Con uno de nuestro goel”. Como sabemos, el goel era el pariente que tiene el deber de la protección como salvador y libertador en las desgracias de los familiares que han quedado desamparados. Noemí le indica que cuando los hombres duerman en la era, ella se coloque bajo el manto de “aquel” a sus pies. De esta manera quedaba aceptada la protección.

Boaz al final se queda con el derecho de goel por delante de otros parientes liberando los campos de Elimelek y casándose con Ruth, que le dio a luz un hijo.

Las mujeres dijeron: ”¡Bendito sea H´ que no te ha privado hoy de goel cuyo nombre sea pronunciado! El será para ti consuelo del alma y báculo de tu vejez pues te lo ha parido tu nuera que tanto te ama y que vale más para ti que siete hijos”

Noemí tomando al niño, le colocó sobre su regazo y le sirvió de aya. Las vecinas por su parte le pusieron nombre diciendo: “Le ha nacido un hijo a Noemí” y le denominaron Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.”

No cabe la menor duda que nos encontramos en una lectura vista desde la historia de las mujeres. Esta historia nos habla de emigración, pérdida, vínculo, retorno al origen, fracaso, solidaridad, justicia, aceptación del otro, amor, y renovación. Encontramos distintos aspectos en el relato:

Vemos en primer lugar, que Ruth se nos presenta como un nuevo arquetipo de individuación al superar los lazos de sangre y decidir los nuevos lazos del destino: “Tu Pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”.

Esto nos dice, que el hogar está allí en donde están los vínculos que hemos escogido. Existen dos conceptos de familia: La familia genealógica que nos es dada por el vínculo biológico de la sangre, y la “familia del alma” aquella con la cual se identifica nuestra psique para dar nuevos pasos de reconocimiento y trascendencia. Es la que representa la familia del Yo elegida desde la posición de sujeto. Ruth “rompe” por así decir con “el mandato atávico de la sangre” para ir en pos del “mandato del Espíritu”, es decir del nuevo Arquetipo representado por el D´s de Israel y su proyecto de culturalización. Lo cual implica un salto cualitativo desde la “necesidad” primaria hacia un “lugar”vacío desconocido para Ruth.

Conforme el Alma se va ajustando a su proceso en el mundo, aprende a decidir sobre su destino y sus vínculos por un proceso de libertad. El yo y la libertad de elección van juntos, uno es imposible sin el otro. Esta individualidad se reconoce a través de la percepción del destino significativo compartido con otros y aprende a percibir este nuevo impulso psíquico como una nueva necesidad. Para ello es necesario que se abra una “nueva” capacidad perceptiva anímica y una renovada sensibilidad que es distinta al curso que marca y determina el principio biológico.

En un segundo aspecto, Ruth se acepta como extranjera, es la guer que se incluye y “se adopta a sí misma” en el Pueblo de Israel siendo adoptada al mismo tiempo por él. Es interesante trabajar esto desde lo que entendemos hoy en día por “integración”. En realidad solo podemos integrar a aquel que desea integrarse, a aquel que por sí mismo se incluye y acepta su nueva inscripción. Aquel que supera las identificaciones con el pasado para aceptar las nuevas, es decir, el que acepta la novedad y la aventura que esta representa. Aquel que es capaz de atravesar el “umbral”.

En el libro de Ruth, no existe el otro “como sombra” sino como posibilidad de inclusión y por tanto de nueva inscripción.

En la psique y podríamos decir que específicamente en la mujer, existe un llamado arquetípico hacia el instinto de “vuelta al hogar”. “Regresar a casa”, marca parte del desarrollo de una mujer. Pero este regreso no solo debe entenderse desde el parámetro convencional, sino desde el arquetípico. “El hogar” es el lugar desde donde podemos reconocernos esencialmente y que nos da el cobijo íntimo para realizar nuestro camino. El lugar de reconocimiento como lugar simbólico interior, el lugar en donde el ser se siente entero y completo. En PAZ.

Noemí por otro lado, vuelve a casa con su acto simple y sencillo de reconocer el fracaso. Nada hay en ella que la impulse a ocultarlo. Ella es “su paradoja”, la incomprensión por su destino, pero “así es”. La sana y sencilla humildad de este acto la conducen a promover y saber recibir la ayuda necesaria para salir de esta lamentable situación y compensar y solucionar “la falta”. Noemí ha aceptado esta “castración existencial” y Ruth la acompaña en este difícil proceso.

No es fácil saber acompañar al otro cuando este se queda solo y desamparado, cuando no tiene nada que ofrecer porque lo necesita todo. Por eso, el acto de Ruth al decidir quedarse con Noemí, contiene muchos más aspectos que el simple hecho de quererla con tierno afecto, sino que además está dispuesta a compartir su destino con todas las consecuencias que esto pueda tener. Es una decisión no sólo afectiva, sino de fantasía ética y de una gran valentía moral.

Los que trabajamos como psicoterapeutas y analistas, sabemos que esta posición de la conciencia es esencial en toda cura psíquica. En principio es difícil aceptar el sufrimiento que rige nuestras vidas, nuestros fracasos, nuestras incapacidades, nuestras pérdidas. Pero solo se sale de estas situaciones de atrapamiento y desorientación, cuando el alma lo reconoce. Sabemos que hoy en día la psique está muchas veces demasiado defensiva como para aceptar la propia precariedad. Nuestra “cultura del éxito” conduce a una posición actual de la conciencia que propicia la estructura de un ego hipertrofiado que impide el descenso y el contacto con “la falta” y por tanto tiene mucho de negación infantil de la propia realidad y perpetúa la inmadurez en sus múltiples formas. Cuando esto ocurre, se hace muy difícil el cambio y la transformación de las condiciones que al mismo tiempo son las causantes del sufrimiento.

El libro de Ruth a través de las figuras de las dos mujeres nos habla de la posibilidad de ese cambio a través de la aceptación de la desposesión personal. La pobreza de estas dos mujeres es todo un “desinvestimiento narcisístico” necesario para que se produzca la transformación.

Podemos plantearnos si somos capaces de aceptar nuestra “pobreza”, nuestro límite y nuestra necesidad, si somos capaces de expresarla y nombrarla y por tanto en función de esto si estamos dispuestos a aceptar humildemente la ayuda.

Se observa en el libro que es precisamente la humildad, la aceptación y la disponibilidad la que le dan la grandeza a Ruth.

La Madre valiente, la Hija valiente: Dos aspectos del alma A lo largo de la vida, nos encontramos con personas que van a cumplir funciones que son las propias de la maternidad o paternidad como funciones esenciales de la psique. En el Judaísmo esto está muy claro al entender que estas funciones se hacen presentes en la relación entre el que enseña y el que aprende. Por tanto, aunque hayamos tenido los mejores padres o madres del mundo, y quizás más bien por eso, es posible que al final podamos tener más de una “madre” o más de un “padre”. Relaciones que cumplen un carácter progresivo para la evolución personal.

Las relaciones significativas sean o no de la misma sangre, ha de ser el de compañeros psíquicos, es lo que siempre se ha llamado “amigos del alma”, o almas gemelas que indican también la relación de parentesco en este caso, psíquico.

Podemos ver a Ruth y Noemí, como dos aspectos de la psique. Una parte materna madura, realista, que sabe afrontar los problemas de la vida y buscar soluciones, (Noemí) y una parte más joven que aplica con sentido de realidad los sabios consejos de la “nueva naturaleza del alma” que esta ha de integrar (Ruth). Si Ruth hubiera vuelto a su antigua casa parental, no dejaría de ser una “regresión”, o una vuelta a atrás que hay que saber diferenciar de una auténtica “vuelta al origen” que en su fondo imaginal siempre conecta con lo “por-venir”. Por el contrario, sabemos en el Psicoanálisis lo difícil que resulta este “regreso” al lugar de partida para las mujeres que se han divorciado, por ejemplo.

El libro de Ruth describe el arquetipo de la “madre sabia”, en la figura de Noemí; la figura que sabe aceptar las contradicciones y el dolor de la vida y sus polaridades. “De mi dulzura” pasa a llamarse Mará “amargura”, pues son muchas las pérdidas que ha tenido que soportar esta mujer.

Al entrar en Belén, su ciudad natal, Noemí cambia su nombre: “no me llaméis más Noemí (mi dulzura), llamadme Mará (amarga) porque de amargura me ha llenado Sadday”

¿Qué nos quiere decir Noemí con este impresionante y conmovedor cambio de nombre? Nos dice que acepta totalmente sus circunstancias. Estas “son nombradas de nuevo” al darse otro nombre cualitativo que describe su estado interior como reflejo de los acontecimientos de su vida. “Esta soy ahora” “estos son mis límites”, parece decirnos describiéndose desde un autorreconocimiento realista con una gran autenticidad, ya que no es fácil volver al punto de partida y reconocer el fracaso. Es por esto, que Noemí nombra a Sadday como “el causante” de su desgracia, porque Sadday es el aspecto de H´ que imprime la conciencia del “límite”.

Es un retorno “amargo”, pero no hay intento de ocultación sobrecompensatorio tal como ocurre hoy en día en la conciencia postmoderna en donde el fracaso es visto y sentido como “vergonzoso” formando parte de la sombra personal y por tanto enmascarado detrás de falsas e histéricas apariencias de éxito. Es precisamente hoy en día cuando Sadday está ausente de la conciencia, por eso la cultura vuelve de nuevo a ser titánica, excesiva, inflaccionada, no hay límite. El límite se vive como castración que el ego actual no puede incorporar ni mucho menos poder nombrarse desde ese ángulo. Por el contrario, el ego actual intenta transgredir y traspasar el límite. La conciencia de Sadday imprime una especie de “circuncisión psíquica” para que el ego no se “infle” y pueda de esa manera llegar a ser un Yo, un sujeto.

Pero la sabiduría primordial también describe, que frente a los límites que impone la vida y las pérdidas que podamos tener, siempre podemos revivir de nuevo si nos conectamos con la parte femenina juvenil de la psique (Ruth). Ruth también es por esto una parte de Noemí, un aspecto de su ánima femenina que aún permanece con la ilusión, energía y fuerzas suficientes como para seguir caminando. Este aspecto es el que tiene que trabajar en el mundo y la realidad física, la que debe buscar el sustento, pero siempre bajo el sabio consejo de la parte más madura. De esta forma, los aspectos jóvenes de la psique no son impulsivos, sino reflexivos, escuchan su voz interior y la sabiduría profunda. Con una gran practicidad, piensan sus acciones, y saben invertir sus esfuerzos en el “lugar adecuado” (a los pies de Boaz) y con las “personas adecuadas” que el destino dispone en el camino. Los pies, es precisamente la parte del cuerpo que nos conecta con la función de realidad, por tanto “a los pies de Boaz” no debe solo ser entendido como un acto de sometimiento propio de la mujer ante el dominio patriarcal, sino como la aceptación de aquella función que administra la realidad y que nos es necesaria para reencauzar nuestra vida.

Arquetipo masculino en el Libro de Ruth:
Aparece el hombre en la figura de Boaz con los signos psíquicos que van a componer el arquetipo de masculinidad en el Pueblo de Israel y que será el molde para el resto de los Pueblos. Podemos observar como el Patriarcado se establece no como un principio de fuerza, sino de constitución psíquica.

El Patriarca refleja los valores de la protección, sustento y cuidado físico de la tribu y dichos valores, se hallan en línea con un orden de acción determinado desde lo Espiritual o Arquetipal.

De la misma manera, como decíamos antes, las figuras de padre y madre, son funciones psíquicas que se extienden a funciones psicológicas para con los individuos de la Comunidad.

El tipo de hombre que representa Boaz, es un tipo Pater protector, caballeroso, elegante, empático con la situación anímica ajena, generoso y coherente con las Leyes de su pueblo. Representa un arquetipo de autoridad, pero no prepotente, sino de gran sobriedad. Diríamos más bien que significa un arquetipo de responsabilidad ética re-valuada por el acuerdo con La Comunidad (la reunión de los diez ancianos que representan la ley). Viene a ser el anticipo del “senex sabio”, que por saber ejercer esta posición de forma impecable, va a unirse en bodas con el ánima juvenil, Ruth. Por lo que Boaz se regenera al final a través de su hijo como un efecto de la propia transformación.

La nueva posición del Pueblo de Israel
Podemos decir, que Ruth representa lo carencialen sí mismo y lo extraño en todos los sentidos: Es mujer, es extranjera, es viuda y además es pobre. Es decir, se nos representa un ser que nada tiene y por tanto nada puede aportar. Ella solo puede “recoger” lo que dejan tras de sí los otros, los segadores. No puede haber mayor estado de vulnerabilidad, es una especie de “emigrante indigente”. Sin embargo, es su posición ética ante este aspecto de “carencia básica” así como su clara y asertiva decisión de pertenencia, lo que resalta el aspecto moral y psicológico que el pueblo sabe valorar. A partir de esta actitud, no puede ser considerada como una “extraña”, sino como una más de la colectividad. Ruth es un ejemplo de adaptación adecuada y madura, pero también el pueblo que la recibe que sabe “leer” los signos indicativos y esenciales del otro ser. La nueva inclusión de un converso encuentra aquí todo su sentido y significado.

El Pueblo como representante colectivo, también aparece bajo los aspectos de la individuación, al resaltar los valores éticos esenciales. Por tanto, Ruth es incluida desde lo colectivo no por el atavismo de la sangre, sino por la nueva disposición moral y aquí nos encontramos por tanto en un nuevo umbral de libertad en las palabras de Boaz: “como has dejado a tu madre, a tu padre y a tu patria y has venido a un pueblo que no conocías antes.¡Premie H´´ tu acción, Dios de Israel bajo cuyas alas has venido a cobijarte!”

En un tiempo en que la conciencia social estaba fundamentada en la conciencia tribal endogámica, Israel valora moralmente el aspecto contrario; el valor de la exogamia, el abandono del principio de necesidad biológico y territorial. Si la persona se valora en esos aspectos esenciales, desde la propia capacidad de decisión moral individual, aquellos que la rodean también los valoran permitiendo que acontezca lo que ha de acontecer si existe la autodecisión de partida.

Estas posiciones permiten entonces que la vida “se abra camino” y que desarrolle nuevos estados y nuevos frutos, representados en este caso por el hijo de Ruth y Boaz. Es por tanto una posición creativa. Vemos entonces, que la precariedad previamente aceptada conduce a pasos de transformación convirtiéndose de esta forma en creación. Al final nace un niño que será el padre de Jesé de donde surgirá la semilla de la esperanza, el Mesías.

Es fascinante observar que nos hallamos ante una paradoja, ante un arquetipo de heroínas “visto al revés”. Podríamos decir que son antiheroínas, ya que son la antítesis del “poder del héroe” que la cultura idolátrica nos ha transmitido. Es por ello un arquetipo paradójico. Lo más bajo es enaltecido a lo más alto, lo más precario contiene en sí mismo la semilla de la riqueza, la más humilde se convierte en la heroína y matriarca de la saga más brillante: la del Mesías.

No olvidemos pues, que el Arquetipo del Mesías porta en su memoria colectiva lo extraño, lo más olvidado, la carencia, la falta, la pérdida y por ello al mismo tiempo, la solidaridad, el vínculo y la decisión moral esencial de compromiso con los otros.

Que jamás olvidemos a Noemí ni a Ruth, ni a Boaz, que como hombre justo y sabio supo valorarla, ni al Pueblo, que supo integrar lo extraño y valorar la decisión libre de destino. Que no olvidemos la esperanza cuando creemos tenerlo todo perdido.

Estas son lecciones y alimento para el alma en un tiempo que como el nuestro, parece haber olvidado lo esencial.
Barcelona, Shavuot 5764 – 2004

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