por Jenny Asse
Ilustración Miel y Dátiles – Olga (Oly) Bramson – Israel
Escribirás el libro porque temes morir. La agonía es un limbo deleitoso. Te arrastrarás en las palabras, morderás el polvo de los signos; entre ellos esconderás mi Nombre y después no sabrás cómo encontrarlo. Yo estaré ahí, sin embargo, por los siglos que dure tu desierto. Y Seré un reloj, un ciclo, una sombra, una entrelinea, y Seré el punto, y la llave del punto, la cerradura.
Escribirás el mundo, y todos los mundos que no conocerás; porque tú eres la tierra y Yo la lluvia.
Te he dado la tinta de mi fuego, y la piedra; Yo Soy la grieta.
Es sagrada la escritura del exilio: camina todos tus pasos, camina todas tus palabras. Derrama tu vacío, ahí está la tierra; nacerá Mi pueblo y el árbol y el fruto; la semilla, traza la oquedad fúndete en el no Soy que Soy. Escribe: mientras estés despierta, y cuando estés dormida, cuando te levantes y te acuestes, y mientras estés hablando y en silencio, escribe. Y sobrevivirás a las tormentas, y a los dolores ajenos, a la risa y a tu rostro/tiempo en el espejo, escribe obsesivamente porque eres polvo y ceniza.
Y cuando no comprendas los giros en que viertes tu esperanza, las espirales que te elevan, los torbellinos de tu vientre, escribe. En tu locura y en tu tristeza, en tu ojo cerrado y en tu lengua seca.
Escribe los libros que te rasgan, las memorias que crecen en tu carne, quistes, las estrías de tu mirada, los nudos de tu ombligo, las cadenas.
Escribe lo que no puedes ver, lo que no sabes, el ritmo inenarrable, con todas tus lenguas, con la memoria de todos los rostros, de todos los cuerpos que parieron tu faz en el espejo: las lágrimas del hombre que te amó, y la lluvia que no cesa de caer desde aquel día.
Escribe la vastedad que nunca alcanzarás a escribir. La ortografía de Mi silencio,
la errata de tu albedrío, la fonética de tus huellas, el hemisferio de tu delirio.
Y cuando el círculo se abra bajo tus piernas y no Me encuentres, cuando caigas de la cúspide del triángulo y en el horizonte de tu espalda se hunda la misma piedra: escribe.
Porque hay un huerto detrás de tu ventana. Un Edén habitando tu árbol. Un fruto en cada hoja transitada. Escribir es morder el paraíso.
Ahora, sube al monte y contempla la tierra.
Escribo el pliego de mis horas, la impronta de tu silencio en la consigna,
copista de tu fuego, soy el ojo.
Silencio en el abismo.
¿Qué son mis manos y mis piernas? Hondo duele la transparencia. El verbo tartamudo Te pronuncia: aaagua, tronco del más allá, halla montaña de mi boca, raíz en la hendidura de la lengua, pájaro, disparo de luz, anegas, trastraspasas, sumemerges el fondo,dislocas la voz ciega del todo: el fuego arde en las células. Me rompo, cae el libro que comienza en mis entrañas, soy fragmentos, arrepiento a mis palabras, borro el tiempo, (me extirpo una costilla y nace el hombre), narro de mi cayendo. Nada soy; el libro se derrama en mi memoria hueca.
Esculpe para ti dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré en ellas las palabras que había sobre las tablas que quebraste.
La palabra re comienza detrás como un murmullo de sombras, como un dictado del viento, la vida juega a ser libro (¿es el libro la vida?). Fuego blanco. El Eterno, llama transparente. He aquí mi tinta. Gota entre las gotas, trasgi/verso el mundo, comienzo de olivo en una letra. Fuego negro tumba del infinito.
Me des-figuro, mares, vientres hundidos, una y otra voz, me des-prendo en la palabra, enciendo llamas.
Otro será el fuego que venga a redimirme. Soy el fondo.
Hablarás desde la grieta. Ojo en el abismo de la lengua. He aquí que es tuya la palabra. En tus labios la pregunta eterna. Indagarás el fuego y no hallarás descanso (no en la piedra, ni en el árbol, el ojo o el camino). He aquí Mi silencio: Interrogarás al Libro. Noche y día, buscarás los fragmentos del sentido. Se perderán los rostros, se hundirán en un paréntesis las lenguas. Anudarás las sombras tras las páginas que cierras.
Escribirás eternamente para restaurar la herida de mi Nombre: el paraíso ajado.
Y serás de la hendidura el eco.
Eres en mi palabra la Pregunta que atestigua: soy el hambre. Soy el vuelco de Tu sed. Dios de los mares. Soy el siervo de Tu tinta. Te busco. Dios de las tinieblas.
He aquí mi nombre di/minuto, el espasmo de mi sangre. Dios de las montañas. Soy la espera.
Camino en tu palabra, me extravío, he aquí el amor menguante, círculo roto de mis piernas. Guíame en los párrafos de mi suerte, en la noche purpúrea de la rosa, guíame Dios de los laberintos.
He aquí mi rostro, Señor de los espejos. Mírame en mi otoño y en mi cuna, en mi risa fracción de mi delirio; mírame en el parto de mí misma, escucha el grito de esta escritura, las muertes que atraviesan estos signos. Busco el hueco de Tus ausencias, y los destellos de las sombras en que existes, como una palabra vieja, como señal tan conocida, mano, dame los pasos Dios de los caminos.
Dame la cifra, la llave de mi ceguera, el rincón de mi penitencia, para extenderme brazo, amor, dame la apuesta; el envoltorio de mi alarido, el eclipse de mi tristeza, el pábilo de mi alma, la certeza.
Prado de mis lóbulos, dame el verdor de esta tierra ciega, de este vientre en que sucumbo. Hija de tu huerta. Soy el jardín de tus crepúsculos, dame el árbol, Dios de los paraísos. Dame la siembra.
Y he ahí que el Señor alzó su mano y dejo caer en su vientre una letra: Albergarás un mundo, el hijo de tu deseo, escribirás su nombre sobre la piedra, y rondarás la luz.
En esa letra germinará tu pueblo, polvo de nube sobre el desierto; anudarán los signos de mi presencia, cultivarán la herida. Una voz que invierta el tiempo, testigo mudo, borrará los sinos que te desgarran la carne yerta. Habitarás la luz, porque Yo soy Dios Tu Dios que te saqué de la tierra de la esclavitud (de tus propias manos, del vicio de tu experiencia) para darte el Libro que te he prometido. Leche y miel. Ahora ve, conoce los signos que comerás por siempre porque Yo Soy el Dios de las Letras, el Dios de las palabras. El Dios del Libro.
Y si te pierdo, Señor, entre mis letras, si mis pasos se alejaran de Tu Nombre;
si no pudiese entender la voz del Libro, dictado del fuego de Tu Mente.
Dónde te encuentro Señor si las arenas cegaran mis ojos para siempre, y el olvido de ti me sorprendiera como un hueco entre las hojas y la frente. Dónde te busco si quiero oír la llama de Tu boca, si quiero abismarme en Tus sentidos, si quiero romperme entre Tus brazos, llanto y muerte.
¿En el Libro donde me acuesto y me levanto estarás Tú? ¿Entre los signos que leo de día y de noche podré reconocerte? Y si el fuego de la zarza se nublara entre las letras, si la memoria entre las llamas fuera olvido, ¿cuál sería entonces nuestro pacto
y la señal de Tu Rostro entre los signos?
un Ojo en las palabras rondará tus ojos. Atisbarás los destellos de las sombras;
el mundo en una letra. Un guiño de fuego será el pacto entre nosotros. Guardarás las llamas en tu carne; vislumbrarás mi Nombre.
un Oído en las palabras seguirá tu oído, recogerás el Eco de Mis dolores, el lamento de Mis sonidos, anegará el sentido. Una lágrima será el pacto entre nosotros. Escucharás el llanto de las palabras, el grito en las voces del infinito.
una Boca en las palabras moverá tu boca, probarás la miel de mis designios.
Un beso entonces será el pacto entre nosotros. Sentirás el amor que derraman las palabras, te envolverá el labio apacible de los signos.
Desearás la luz y abrirás el espejo. Un rostro será el pacto entre nosotros. Un pliegue, arruga, mancha de tiempo en los ojos. Irrumpiré en los resquicios. Porque Yo soy el tiempo de los hombres. El rostro es Libro.
La piel de las palabras envolverá tu piel, y en las noches frías de pura soledad acorralada, sentirás el abrazo de las letras. Una caricia entonces será el pacto entre nosotros. Comprenderás que nada se ha perdido, porque las palabras son el cuerpo que habrás de habitar en tu nostalgia.
Morderás la luz.
Cuando encuentres la semilla de un vocablo, oculta en el sentido de su cáscara, cuando rasgues la costra del primer significado y tu lengua sea raíz de sus raíces, labio de sus labios, habrás comprendido el fruto y serás fruto, habrás amado al árbol, serás árbol, habrás retornado al paraíso.
Ahora anda, el exilio es una gota de agua.
Extiéndete, mar, sobre los signos.
Tuya es la tierra en las palabras.
Agradecemos a Jenny Asse su autorización para la publicación de esta parte de su obra “Es sed de morir el paraiso”, Editorial Conaculta 2005, Ciudad de México, México.