Mujer y Judaismo

Por Ethel Barylka                                                                     Ilustración: Esther Maxwell

 Y los hijos luchaban dentro de ella; y ella dijo: Si esto es así, ¿para qué vivo yo? Bereshit 25;22

Nuestros rabinos explican, que la palabra VAYTROTZETZU que muchos traducen como “luchaban dentro de ella” tiene el significado de correr, moverse rápidamente. Y dice el midrash que cada vez que ella pasaba por las puertas de la Torá (es decir, las escuelas de Shem y Ever), Yaacov se movía convulsivamente en sus esfuerzos por nacer, pero siempre que ella pasaba la puerta de un templo pagano, Esav se movía agitadamente en sus esfuerzos por emerger (Génesis Rabá 63: 6). Después de tantos años de esterilidad su pregunta ¿para qué vivo yo? Pareciera indicar que se arrepintió del embarazo. Sin embargo, Rivká no renuncia.

La respuesta que recibe de Dios «Dos pueblos hay en tu vientre, dos naciones que, al salir de tus entrañas, se dividirán. La una oprimirá a la otra; el mayor servirá al pequeño.», le obliga invertir grandes esfuerzos en la educación de los hijos. Cuidados mayores que los de cualquier otra madre.

Nos hemos acostumbrado a pensar de forma dicotómica, a separar completamente el bien del mal, los justos de los malvados. Y también a aceptar que Rivká supo diferenciar entre sus hijos pero que Yitzjak no los entendió y de acuerdo a esto tuvo que cambiar el contenido de las bendiciones.

Pero si miramos con mayor atención, veremos que Yitzjak también sabía quién era Yaacov y quién era Esav. Un conocimiento distinto a la comprensión de su esposa. Cada uno según su capacidad y sus posibilidades, sus intuiciones y sus preferencias.

Como resultado, de la acción de Rivká, aparece ante Yitzjak una rara figura, nada habitual, cuyas manos son las de Esav, pero cuya voz es de Yaacov (27:22). Yitzjak, ciego no puede ver a la persona que tiene frente a sí, se sorprende y asombrado desea averiguar con seguridad: “¿Eres tú realmente mi hijo Esav?” 27:24, como deseando saber si es posible que Esav haya adoptado la voz de su hermano. Y se acercó y besó a ese personaje inexistente, “y al aspirar Yitzjak el aroma de sus ropas, le bendijo diciendo: “Mira, el aroma de mi hijo como el aroma de un campo, que ha bendecido el Señor”.

Yitzjak siente que se está cumpliendo su ilusión, y que es hora de bendecir a ese hijo ideal, con la bendición, “¡Pues que Dios te dé el rocío del cielo y la grosura de la tierra, mucho trigo y mosto!” (27:28), como recordando a su hijo Esav que la fuente de las bendiciones es Dios.

Pero, después no le queda a Yitzjak otra posibilidad que bendecir al hijo real. “He aquí que lejos de la grosura de la tierra será tu morada, y lejos del rocío que baja del cielo. De tu espada vivirás y a tu hermano servirás. Mas luego, cuando te hagas libre, partirás su yugo de sobre tu cerviz”. En ambas bendiciones hay grosura, y en las dos hay rocío. Pero la diferencia entre ambas bendiciones es abismal, aguda, e incisiva. En la bendición que recibe finalmente Esav, no aparece el Nombre de Dios.

El hijo ideal debe tener una vida que sea expresión de la multiplicidad de las bondades, las indulgencias y la piedad de Dios. Yitzjak, entendiendo la conexión de Esav con la fuerza del universo, siente alegría y quiere acercarlo y bendecirlo, para que no olvidara a Dios. Quería dentro de las profundidades de su alma y su sentimiento de padre que la voz de Esav fuera la voz de Jacob.

Yitzjak bien sabía que Yaacov el hombre de “la tienda” (25:27), pero que también debería ser un cazador y una persona del campo. La combinación de los dos atributos, constituirá otra criatura, lo que permitiría la propagación del nombre de Dios en toda la existencia.

Pero las expectativas de Yitzjak sobre Esav se revelaron como una ilusión, Yitzjak no quiere poder sin moralidad. Es Yaacov quien recibe la bendición, no el hijo ideal. Esav permanece desapegado de las verdades supremas; Y es una lástima, por Yaacov-Israel y también por el mismo Esav.

Para que Jacob pueda ser Israel, tiene que demostrar su valor. “En adelante no te llamarás Yaacov sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido.» (32:29).

Y cuando Yaacov sepa usar las manos de Esav, sin perder su voz verdadera, merecerá legítimamente a las bendiciones del padre al hijo ideal.

Y así enseñó Rashí: “Ya no se dirá que las bendiciones te llegaron a través de la suplantación y la sutileza, sino a través de una conducta noble (שררה) y de una manera abierta” (Rashí 32:29).

Cuando Jacob se acerca a lo sublime y lo exaltado, se convierte en el legítimo ganador de la bendición de su padre. Ya nadie puede culparlo por haberla obtenido recurriendo a triquiñuelas. Era íntegramente suya.

 

 

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