La parashá de esta semana presenta uno de los momentos cumbres en la travesía del pueblo de Israel hacia la Tierra Prometida.
Moshé, Aarón, los sacerdotes, los levitas y el pueblo todo, se prepararon para llegar al momento fundante de la inauguración del Santuario. Las instrucciones fueron dadas y cumplidas con absoluta precisión y exactitud. Todo está preparado y dispuesto en vista del inusitado acontecimiento de la aparición de la Presencia Divina en el Tabernáculo.
Aarón y sus hijos se prepararon durante siete días y ahora, en el octavo, comienza el verdadero servicio de los sacerdotes: “Entonces Aarón alzó sus manos hacia el pueblo y lo bendijo… Y Moshé y Aarón entraron en el Tabernáculo, y cuando salieron y bendijeron al pueblo, la gloria del Señor apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de la presencia del Señor que consumió el holocausto… Al verlo, todo el pueblo aclamó y se postró rostro en tierra” (Levítico 9:22-24).
Y en ese preciso momento, en la cúspide del encuentro entre la nación y su Dios tiene lugar la estremecedora escena que será recordada por generaciones: “Nadab y Abihú, hijos de Aarón, tomaron sus respectivos incensarios, y después de poner fuego en ellos y echar incienso sobre él, ofrecieron delante del Señor fuego extraño, que Él no les había ordenado. Y de la presencia del Señor salió fuego que los consumió y murieron delante del Señor” (Lev. 10:1-2). El pueblo todo presencia la tragedia. Todo ese inmenso y maravilloso evento se interrumpe. El momento bienaventurado se transforma en un parpadeo en un instante de pasmo, estupefacción, y conmoción.
Y en el momento en el que aún los cuerpos yacen allí delante “Moshé dijo a Aarón: Esto es lo que el Señor habló, diciendo: “Como santo seré tratado por los que se acercan a mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado” “Y Aarón guardó silencio”. (Lev. 10:3)
La lectura de estos versículos despierta muchas preguntas. Generaciones de exégetas intentaron confrontarse con la dificultad de la comprensión del acontecimiento. ¿Por qué murieron los hijos? ¿Cuál es el sentido de las palabras de Moshé a Aarón? ¿Cómo entender la expresión “Y Aarón guardó silencio”?
La exégesis en general se inclina a ver la muerte de los hijos como un castigo por alguna transgresión realizada en relación al Santuario: o que las vestimentas no eran las adecuada para el acontecimiento, o que trasgredieron la norma de no beber vino, o que entraron al Sancta Sanctorum sin haber sido ordenados a hacerlo, o encendieron el incienso cuando no habían sido ordenados a hacerlo.
Otra vertiente interpretativa relaciona el castigo con el significado espiritual del acto. Ofrendar algo que no fue preceptuado implica, en esta visión, hacer alarde, jactarse de la función que les fue otorgada y considerar que pueden en tanto sacerdotes tomar la iniciativa o, más difícil aún, estaban tan compenetrados en sus sentido de misión y servicio que no supieron distinguir entre lo que les había sido solicitado como ordenanza y lo que ellos interpretaban en su consideración personal.
Hay exégetas que enfatizan el hecho que Nadab y Abihú no habían tomado esposa. Estaban tan inmersos en el servicio divino que los asuntos terrenales como tener un hogar y una familia no eran para ellos.
Cuando se lee el texto se puede percibir un nexo entre el “fuego extraño, que Él no les había ordenado” y “murieron delante del Señor”.
El Rabino Jonathan Sacks , Gran Rabino de Inglaterra, explica siguiendo la exégesis clásica: “No podemos menospreciar el significado de este acto, cuando confundimos entre la voluntad de Dios y nuestra voluntad, convertimos lo sagrado (fuente de vida) en profano y en germen de la muerte. El ejemplo clásico se encuentra en las “guerras santas”, el encubrimiento del imperialismo, el deseo de dominar a otro pueblo, bajo un manto de santidad como si la conquista y la conversión de fe forzada fueran voluntad de Dios. El episodio de Nadab y Abihú nos recuerda nuevamente la advertencia que nos fue dada en los días de Caín y Hevel. El primer acto ritual de la humanidad condujo al asesinato. Al igual que la fisión del átomo que libera cantidades sustanciales de energía, así el ritual crea fuerza, que puede ser positiva o negativa”.
Y tal vez la esencia del tema se encuentre en el intento de poder cumplir con la exigencia que se nos hace, cumpliéndola tal cual, sin sumarle, ni agregarle elementos no pedidos de nuestra propia cosecha. No ser más estrictos, no ser más extremos. Tal vez debamos reconsiderar la expresión tan de moda en nuestros días que “todo aquel que es más estricto, tiene más mérito”. Simplemente es tan seria como decir que “quien hace menos tiene más mérito”.
“Y Aarón guardó silencio” – ante la tragedia que es la muerte en estas circunstancias de los hijos, que eran hijos del sacerdote. Aarón calla. No se arranca de los cabellos, no grita, no pronuncia discursos fúnebres, no lamenta. Y ese silencio es tan humano, tan auténtico, tan doliente. “Se convirtió su corazón en un piedra inerte y no elevó su voz en llanto y lamento por la muerte de los hijos, tampoco recibió condolencias de Moshé, por que no queda en el alma y el habla desapareció” (Isaac Abarbanel, sobre el versículo).
A veces frente al dolor y el duelo no hay nada más verdadero que el silencio. El silencio que es una conexión interna con las fuentes de nuestro auténtico sentimiento. No como las manifestaciones externas del luto, el silencio es sólo nuestro. No grita ni provoca, ni declara para otros. Moshé habla. Moshé ordena qué hacer con los cuerpos. Es de suponer que también el tío, Moshé, está trastornado pero su reacción es otra.
En estos días de duelo por la muerte de los alumnos de rabí Akiva, en los que próximamente recordamos a las víctimas de la Shoá, y también a los caídos en las guerras de Israel, el silencio no esta de más. Un poco de mutismo que nos permita la verdadera unión con el sentimiento auténtico y no el transmitido en los medios será beneficioso para cada uno de nosotros y para todos como pueblo.
“Por lo tanto, el mismo que tiene perspicacia guardará silencio en aquel tiempo…” (Amós 5: 13)