Mujer y Judaismo

Por Ethel Barylka

Dos son las parashot de laTorá que llevan el nombre de personajes paganos. Una, es la de Itró el suegro de Moshé y la otra, la de Balac en la que el Bilam, es convocado por el rey moabita para maldecir al pueblo israelita y finaliza bendiciéndole.

En aras de la justicia, entonces, la porción de esta semana debiera llevar el nombre del nigromante y adivino y no la del rey que lo contrató.

Leamos: “Y Balac hijo de Zipor era rey de Moab en aquel tiempo en particular.   Entonces él envió mensajeros a Bilam hijo de Beor en Petor, que está junto al Río de la tierra de los hijos de su pueblo, para llamarlo, diciendo: “¡Mira! Un pueblo ha salido de Egipto. ¡Mira! Han cubierto la tierra hasta donde se alcanza a ver, y están morando directamente enfrente de mí”. (Bemidvar 22:4-5).

La expresión “hasta donde se alcanza a ver”, ya la habíamos encontrado en Shemot 10:5 y 10:15: “Y estas cubrirán la superficie visible de la tierra y no será posible ver la tierra; y se comerán lo restante de lo que ha escapado, lo que les fue dejado a ustedes por el granizo, y comerán del campo todo árbol de ustedes que esté brotando”… “Y fueron cubriendo la superficie visible de todo el país, y el país se oscureció; y siguieron comiéndose toda la vegetación del país y todo el fruto de los árboles que el granizo había dejado; y no quedó nada verde en los árboles ni en la vegetación del campo en toda la tierra de Egipto.”

En los tres versículos el tamaño es definido por lo que el ojo abarca. Se precisa por lo que se ve. Y la visión se convierte en uno de los motivos centrales de esta parashá.

Balac ve y teme. Bilam observa en tres oportunidades y no ve nada.  La asna de Bilam ve en tres oportunidades a un ángel (ver Bemidbar 22/23 25, 27). Bilaam castiga a su yegua en tres oportunidades, y no percibe qué es lo que la bestia ve hasta que “el Eterno procedió a destaparle los ojos a Bilam, de modo que vio al ángel de Di-os apostado en el camino con su espada desenvainada en la mano. En seguida él se inclinó y se postró sobre su rostro” (22:31).

Ramban –Najmánides- deduce de esta acción que Bilaam no era vidente ni profeta, ya que no alcanzó a ver con claridad, pese a proclamarse como tal, (según consta en 22:7-8): “De modo que los ancianos de Moab y los ancianos de Madián viajaron con los pagos por adivinación en las manos y fueron a Bilam y le hablaron las palabras de Balac.  Ante esto, él les dijo: “Alójense aquí esta noche, y les devolveré palabra tal como el Eterno me hable”. Por consiguiente, los príncipes de Moab se quedaron con Bilam”. Najmánides afirma que la visión divina que tuvo Bilaam no se debió a él sino a las alturas espirituales del pueblo de Israel.

Ante el fracaso del nigromante, el rey Balac, le induce a cambiar su punto de observación, pero tampoco ello le sirve para maldecir a los israelitas. “ Entonces Balac dijo a Bilam: “Oh ven, por favor. Déjame llevarte a un lugar más. Quizás sea recto a los ojos del Di-os, de modo que me lo execres desde allí” (23:27). Ahora sí Bilam entiende: “Cuando Bilaam llegó a ver que era bueno a los ojos de Dios bendecir a Israel, no se fue como las otras veces para dar con agüeros de mala suerte, sino que dirigió su rostro hacia el desierto.  Cuando Bilaam alzó los ojos y vio a Israel que residía por sus tribus, entonces el espíritu de Dios vino a estar sobre él.  Por lo tanto, dio principio a su expresión proverbial y dijo:
“La expresión de Bilam hijo de Beor, y la expresión del hombre físicamente capacitado con ojo ya no sellado,  la expresión del que oye los dichos de Dios, que llegó a ver una visión del Todopoderoso mientras caía con los ojos destapados:  ¡Cuán bellas son tus tiendas, oh Jacob, tus tabernáculos, Israel!”

Bilam ahora ve y comprende.

Es interesante notar la tensión entre la visión externa y la interna.

Bilaam contempla pero no ve, porque la visión está relacionada con lo interno. Con el espíritu y con la psicología de la comprensión. No puede percibir lo que su espíritu no está dispuesto a recibir. Y Dios se lo demuestra una y otra vez. Hasta que después de todos sus esfuerzos regresa a su casa frustrado como un brujo y un hechicero poco exitoso.

Cuando la verdad está allí no puede ser desmentida. Bilam como Edipo que se enceguece para no ver la verdad que está allí frente a él totalmente descubierta, como bien le dice Tiresias en la obra de Sófocles, “eres ciego con tus oídos, tu razón y tus ojos”,  por lo que  no merecía que ninguna lectura semanal lleve su  nombre.

 

 

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