Por Ethel Barylka Ilustración: Huvy (Ahuva) Elisha
La diversidad humana vivifica las palabras de Dios y su Torá y la hace terrenal, humana y actual
Moshé, el guía del éxodo de Egipto, permanece grabado en nuestra conciencia nacional como el líder supremo.
¿Qué fue lo que hizo que Dios lo eligiera? Una pregunta que no se puede resolver, ya que no conocemos las consideraciones de Dios.
Es posible que podamos aprender acerca de la elección de Moshé desde otro ángulo, y es precisamente el humano e interpersonal.
Moshé recibe el mandato divino de ir a hablar con el faraón y exigir que permita la salida de los israelitas de su tierra (Shemot 6: 10-11), y la respuesta de Moshé es consistente y sorprendente, porque una vez más se niega a cumplir el mandato de Dios y es asombrosa por la misma razón. Y estas son sus palabras:
“Sin embargo, Moshé habló delante del Señor, y dijo: “¡Mira! Los hijos de Israel no me han escuchado; y ¿Cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de palabras?” (Éxodo 6:12).
Moshé no corre a cumplir la petición de Dios, así como anteriormente no había deseado cumplir su pedido de hablar con el pueblo.
“Al contestar, Moshé dijo: “Ellos no me creerán y no escucharán mi voz…”
Trató de deshacerse de la orden dos veces, y por segunda vez con la misma excusa que había presentado en un primer momento ” porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Shemot 4:10).
Después del fracaso de la misión frente al pueblo, Moshé pudo demostrarle a Dios que tenía razón, ya que había hablado al pueblo y el pueblo no lo había escuchado, “Después Moshé habló de este modo a los hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moshé por su desánimo, y a causa de la dura esclavitud. ” (Shemot 6: 9).
Moshé no está ansioso por tener confrontaciones. No tiene prisa por enfrentar al pueblo ni al Faraón. Moshé, el hijo de los esclavos hebreos, creció en el palacio y es razonable suponer que hubo algunas oportunidades en las que ya había hablado con él, su “abuelo adoptivo”, o incluso que jugaba en su regazo o cerca de él cuando era niño… Ahora, ¡Que venga a traerle malas noticias y decirle estas cosas al Faraón! Hasta tal punto no quiere hablar de eso con el Faraón, que incluso cuando ya va a hablar con él, se abstiene de darle información precisa sobre la plaga de los primogénitos.
“Y tendrás que decir a Faraón: ‘Esto es lo que ha dicho el Señor: “Israel es mi hijo, mi primogénito. Y yo te digo: Envía a mi hijo para que me sirva. Pero si rehúsas enviarlo, ¡mira!, voy a matar a tu hijo, a tu primogénito” (Shemot 4:22-23).
Moshé obedece a Dios, no está dispuesto a ir a la batalla a ciegas, sin hacer preguntas. Discute con su Creador y trata de escapar de su misión. Moshé recuerda en su comportamiento a Yoná, que se niega a ir a Nínive y reclamarle a la gente y busca refugio en el mar, así como a Irmiahu, que trata de deshacerse de la gran misión de la profecía.
“Pero yo dije: “¡Ay, oh Señor Soberano Señor! Mira que realmente no sé hablar, pues solo soy un muchacho” Irmiahu 1:6.
Es un hecho fascinante de que la obediencia irracional incuestionable no es uno de los rasgos sobresalientes de las personas que Dios elige para llevar Su palabra.
Es posible que los seres humanos no sean solo instrumentos y conductos a Sus palabras, sino, personas completas, todo un universo, con valores, libertad de elección, deseos y cualidades.
¿Quizás sólo los más grandes pensadores independientes, aquellos que están dispuestos a discutir incluso con Dios, son los más adecuados? ¿O quizás aquellos que, en su modestia, se niegan a aceptar una responsabilidad tan grande frente a su gente?
Las palabras de Dios hacen eco en cada uno de ellos de manera diferente, traen el mensaje con su huella personal. Es esta diversidad humana la que revigoriza las palabras de Dios y su Torá y la hace terrenal, humana y actual.