Por Ethel Barylka – agosto 2020
“Si hay un menesteroso en tu seno, uno de tus hermanos, en cualquiera de tus ciudades en la tierra que el Señor tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás libremente tu mano, y con generosidad le prestarás lo que le haga falta para cubrir sus necesidades” (Devarim 15:7-8).Estos versículos resuenan un poco diferente al resto del año en estos días de manifestaciones masivas bajo lemas como “corruptos a casa”, “basta a la corrupción” y demás demandas de justicia social, y encuentran su lugar en la vida cotidiana. La exigencia del hombre de no endurecer su corazón y no cerrar su mano sino extenderla a su hermano empobrecido, también se puede interpretar como una exigencia hacia el Estado y no solo hacia el individuo en particular. Para ser más precisos, el individuo no está exento de esta exigencia moral, que se expresa en el propio hacer justicia, y no debe suponer que el estado se ocupará de ella, de la misma forma el estado no debe apoyarse en asociaciones, filántropos, etc. para que resuelvan el problema.T ampoco en un mundo ideal “faltarán pobres en tu tierra” y aun así debes actuar con justicia “abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre en tu tierra”. Le darás con mano abierta y amplia, pero no menos importante lo redimirás de la carga. La exigencia hacia el individuo aparece en el marco de la norma de la remisión general de las deudas “Al cabo de cada siete años harás remisión de deudas. Así se hará la remisión: todo acreedor hará remisión de lo que haya prestado a su prójimo; no lo exigirá de su prójimo ni de su hermano, porque se ha proclamado la remisión del Señor” (Devarim 15:1-2). El Rav Shimshón Rafael Hirsch define al menesteroso, no como al pobre sino a aquel que toma un préstamo y se encadena a quien le ha dado prestado al grado de perder su libertad. Esta es la situación que la remisión de cuentas quiere corregir. La remisión de deudas es la base de una sociedad justa. Algo así como la creación de un nuevo punto de partida en el que el hombre pueda volver a ser dueño de su libertad. Por eso, la exigencia universal a la sociedad está entrelazada con la exigencia al individuo. Dirán como hemos escuchado en las últimas semanas, que no pobres ni menesterosos salieron a las calles sino la clase media que no está necesitada de un mendrugo de pan. Salvando las distancias esto me recuerda a aquellos que allí por comienzos de este siglo se burlaban de quienes acudían a las instituciones comunitarias vestidos de traje y corbata en busca de ayuda y apoyo económico. ¨Los ricos empobrecidos” se los llamaba… tienen casa, tiene trajes, tienen coches ¿Qué quieren entonces? ¿Los que se quejan porque no se van a vivir a zonas más baratas? ¿Por qué no renuncian a sus gustos y a su standard de vida así sea un poco?
Hoy por hoy ya no queda mucho a lo que renunciar. En todas las naciones las personas están perdiendo sus empleos, los ingresos no alcanzan y el estado no responde.
En este contexto dicen nuestros sabios:
La Guemará relata otro incidente que involucró a Mar Ukva. Mar Ukva tenía otro pobre en su vecindario, y Mar Ukva estaba acostumbrado a enviarle cuatrocientos dinares cada año en la víspera de Yom Kipur. Un día le envió el dinero de la mano de su hijo. El hijo volvió y le dijo: El pobre no necesita la caridad. Mar Ukva dijo: ¿Qué viste que te impulsó a decir esto? Él le dijo: Los vi derramar vino viejo en el suelo para él, para darle un olor agradable a su habitación. Mar Ukva dijo: Si lo miman tanto y requiere incluso de este lujo aparente, entonces necesita aún más dinero. Duplicó los fondos y se los envió. (Tratado de Ketuvot 67b).
Se desprende de este pasaje que la ayuda y la justicia social no están relacionadas sólo con aquella línea imaginaria de pobreza que estamos acostumbrados a considerar como ordenadora del “estado de bienestar social” sino que se vincula al status de la persona. Así lo expresa el Shuljan Aruj: “¿Cuánto se le da a un pobre? Suficiente para su necesidad en lo que desea. Así, si tiene hambre, debe ser alimentado; si necesita ropa, deben vestirlo; si no tiene utensilios domésticos, se les debe comprar; e incluso si antes de empobrecerse se había acostumbrado a montar a caballo con un esclavo corriendo delante de él, se le debería proporcionar un caballo y un esclavo. Por tanto, todos y cada uno deben recibir lo que necesiten. Si es conveniente darle [simplemente] una rebanada de pan, dale una rebanada; si conviene darle masa, dale masa; si también se le debe proporcionar alojamiento, proporciónale una cama. Si es conveniente darle una comida caliente, dale comida caliente; si es almuerzo frío, entonces almuerzo frío. Si tiene que ser alimentado [como un bebé], entonces debe ser alimentado. Si no está casado y viene a casarse, la comunidad debería buscarle pareja; pero primero deberían alquilarle una casa, prepararle una cama y proporcionarle los utensilios necesarios para el hogar, y luego casarlo” (Yoré Deá 250). Sin duda la realidad social de nuestros sabios, así como la de Rabí Yosef Caro era diferente a la nuestra. Nosotros tenemos el privilegio de vivir en un estado soberano y esperamos de él velar por la seguridad social mínima que necesita el individuo para vivir decorosamente… o tal vez estas fuentes se refieren a los aspectos particulares de esta mitzvá que recaen sobre cada uno de nosotros mientras que hay un aspecto público que recae sobre el estado o sobre la comunidad que está interesada en basar su existencia en los principio de la justicia y la ética judía. Así lo explica claramente Rabí Shimshón Rafael Hirsch “y si hubiera menesteroso en tu seno” solo puede decírsele al colectivo como grupo y no a un individuo. Mientras que “no endurecerás tu corazón” se dirije al individuo… y esto está demostrado de las expresiones que fueron utilizadas aquí. De lo que deducimos que esta mitzvá se dirije tanto al colectivo como al individuo y que la preocupación por los pobres es por lo tanto obligación tanto del individuo como de la sociedad”.
Al escribir estas líneas, las noticias no dan descanso. La pandemia, la crisis económica, y el desastre del Líbano… hacen eco en la canción de Ehud Manor “Ein li Eretz Ajeret” – No tengo otra tierra.