Por Ethel Barylka
La utilización del ayuno como un medio para la responsabilidad espiritual es conocida desde épocas muy remotas tanto en nuestro pueblo como en otras culturas.
A veces, tiene un carácter penitenciario, incluso de autoflagelación, otras, el énfasis está puesto más en la elaboración de un camino a una experiencia espiritual que permita el acercamiento a Dios.
Desde los tiempos bíblicos hasta el presente, el ayuno ha tenido un papel importante en la tradición religiosa. El ayuno en el judaísmo se define como el cese total de todos los alimentos y bebidas. Un ayuno de día completo comienza con la puesta de sol por la noche y continúa hasta la oscuridad del día siguiente. Un día de ayuno menor comienza con el amanecer y concluye con la oscuridad. La narrativa bíblica enfatiza el ayuno personal como propiciación de la ira divina, mientras que la tradición judía posterior desarrolla días sistemáticos de ayuno comunitario. El ayuno puede ser un acto voluntario de contrición o una obligación del calendario sagrado de Israel.
Maimónides, explica lo siguiente (Leyes del Ayuno 5) en relación al objetivo y el sentido del ayuno:
El ayuno del 10 de Tevet es como los demás ayunos que fueron establecidos para lamentar la destrucción del Beit Hamikdash y el exilio de Israel. Sin embargo, el propósito principal del ayuno no es el dolor y el lamento, pues la aflicción sentida cuando tuvieron lugar estos acontecimientos fue suficiente. Por el contrario, su finalidad fundamental es la de estimular el arrepentimiento, recordarnos las malas acciones de nuestros antepasados, como así también las propias acciones que acarrearon, a ellos y a nosotros, grandes tribulaciones. Mediante el recuerdo de todo esto nos arrepentiremos y obraremos correctamente, como expresa el versículo (Levítico 26:4) “Y confesarán sus pecados y los pecados de sus antepasados por el mal que Me han causado…”.
La intención no es revivir la experiencia que es irrepetible, no es hacer un «como si» del sufrimiento pasado sino un recordar aquí y ahora, a través de la evaluación de nuestras circunstancias personales y nacionales.
Hay una diferencia elemental entre el ayuno privado que la persona decreta sobre sí misma una imposición personal y aquel que es decretado para el colectivo.
El Rey David, por ejemplo, hace ayuno para rogar por la vida de su hijo:
II Shmuel 12: 15-21
«Y Natán se volvió a su casa. Y el SEÑOR hirió al niño que la mujer de Urías había dado a luz a David, y enfermó gravemente. Entonces rogó David a Dios por el niño; y ayunó David, y vino, y pasó la noche acostado en tierra. Y levantándose los ancianos de su casa fueron a él para hacerlo levantar de la tierra; mas él no quiso, ni comió con ellos pan. Y al séptimo día murió el niño; pero sus siervos no osaban hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí: Cuando el niño aún vivía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿pues cuánto más mal le hará, si le dijéremos que el niño ha muerto? Mas David viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto. Entonces David se levantó de tierra, y se lavó y se ungió, y mudó sus ropas, y entró a la Casa del SEÑOR, y adoró. Y después vino a su casa, y demandó, y le pusieron pan, y comió.
Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y él muerto, te levantaste y comiste pan. Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá misericordia de mí, de manera que viva el niño? Más ahora que ya ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.
Encontramos también en los profetas testimonios del uso del ayuno:
Dicen: «¿Por qué hemos ayunado, y tú no lo ves?» Isaías 58:3
En libros posteriores de la Biblia, la tradición profética desarrolla la idea de que el ayuno sirve para transformar al individuo espiritualmente. Isaías 58 interpreta el ayuno genuino como la negación que despierta la ética sensibilidad del judío. Para la voz profética, la perfección ética es la máxima exigencia de la vida religiosa. El comportamiento ritual es significativo solo si está marcado por la transformación del carácter del penitente. La voz profética condena el ritual que no está marcado por la transformación espiritual. La narrativa bíblica no solo comparte la idea del ayuno personal. Presenta el ayuno comunitario como expresión colectiva de arrepentimiento. La breve historia de Jonás retrata a la gente de Nínive comprometida en ayuno comunitario para anular el decreto profético contra ellos. El ponerse cilicio y cenizas es paralelo a la abstinencia de alimentos. Estas acciones cambian el destino de Nínive y la ciudad se salva de la destrucción. La narración se utiliza para enseñar que la puerta de la teshuvá, del arrepentimiento, está abierta a todos. El profeta Jonás aprende que incluso los paganos de Nínive pueden verdaderamente arrepentirse de sus pecados. La lección rabínica enfatiza el triunfo de la misericordia divina sobre castigo. Para enfatizar este punto, el Libro de Jonás es la lectura bíblica para el servicio de la tarde de Yom Kipur, el Día de la Expiación.
Así también existe la costumbre de algunos de ayunar después de experimentar pesadillas, presumiblemente provocadas por un comportamiento inaceptable. La novia y el novio judíos en la tradición ashkenazí ayunan el día de su boda para comenzar su matrimonio en un estado de pureza. El acto de ayunar expía los pecados anteriores de la novia y el novio. Algo así como un Yom Kipur personal. Algunos judíos ayunan en el Yahrzeit, el aniversario de la muerte de sus familiares o sus maestros.
El ayuno por excelencia, es sin duda el ayuno de Yom Kipur establecido en la Torá, tal como está escrito (Vaikrá 23:26-32):
«Y le dijo el Eterno a Moshé: Empero el día diez de este séptimo mes será día de expiación, de santa convocación para vosotros, y afligiréis vuestras almas y ofreceréis una ofrenda ígnea al Eterno…Quien no ayunare ese día será truncado de su pueblo…No haréis pues labor alguna…Será día de estricto descanso y ayunareis, a partir del crepúsculo vespertino del día nueve del mes y durará hasta el atardecer del día siguiente»
Y fueron los sabios quienes pautaron a qué se refiere el término de aflicción, estableciendo las 5 privaciones del día:
comer y beber, b) lavarse o bañarse, c) aplicarse cremas o ungüentos, d) calzar cuero y e) mantener relaciones maritales
Fuera de Kipur el resto de los ayunos públicos que conocemos están estipulados en el Tanaj y tienen una base o motivación histórica. Así encontramos los 4 ayunos vinculados a la caída de Jerusalén por un lado y el famoso ayuno de reina Ester.
Existen cuatro días en el calendario judío destinados a conmemorar la destrucción del Templo y cronológicamente son: el 10 de Tevet, el 17 de Tamuz, el 9 de Av y el ayuno de Guedalia.
Conforme a la tradición estos días de duelo se transformarán en días de alegría cuando sea restaurado el Templo:
«Así dice el D’s de los ejércitos: el ayuno del mes cuarto y el ayuno del mes quinto y el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo, serán para la casa de Yehudá alegría y regocijo y tiempos festivos. Por lo tanto, amad la verdad y la paz». (Zejariá 8:19):
Así cuando los judíos retornaron de Babilonia y construyeron el Segundo Templo, los ayunos fueron abolidos y durante los años de la persecución romana, la caída de Betar y la pérdida del reino de Yehudá volvieron a establecerse. De aquí infiera la Halajá que estos ayunos dependen de la situación nacional imperante.
«Cuando la situación se encuentra en un estado intermedio, esto es, por un lado, el Templo está destruido, pero por otra parte los crueles decretos persecutorios no están en vigencia, como era el caso en los días de Rabí Yehudá Hanasí (200 de la era común aprox.), el cumplimiento de los ayunos depende de la voluntad del Pueblo de Israel por lo que «si quieren ayunan y si no quieren no ayunan».» dice el Rav Melamed en Pninei Halajá.
Sin embargo, esta norma no se aplica para el ayuno del 9 de Av. Sea cual sea la situación nacional, el ayuno no se anula. Dice la Guemará en Rosh Hashaná 18b:
Rav Papa dijo: El Noveno de Av es diferente, ya que las calamidades que ocurrieron ese día se multiplicaron. Como dijo el Maestro: el nueve de Av el Templo fue destruido, tanto el primero y el segundo; en este día la ciudad de Beitar fue capturada; y en este día la ciudad de Jerusalén fue arrasada por los enemigos del pueblo judío, como una señal de que nunca sería reconstruida. En consecuencia, el ayuno del Noveno de Av es obligatorio, y no opcional como los otros ayunos. En consecuencia, se envían mensajeros para que las personas sepan cuándo ayunar.
El 10 de Tevet que cae esta semana es el día del Kadish General, establecido por la Kneset en 1950, como el día de recordación y duelo para las víctimas de la Shoá cuya fecha de muerte no se conoce.
¿Cabe preguntarse por qué no se creó un ayuno específico para esta desgracia? ¿Acaso no se podría agregar un nuevo ayuno?
La respuesta parecería estar en dos vertientes opuestas, por un lado, la oposición en ciertos círculos religiosos a innovar y establecer otro ayuno fuera de los existentes y por el otro el comportamiento casi natural de la tradición judía de sobreponer en el mismo día diversas desgracias. Así el 9 de Av es el día de la destrucción de los dos templos, el día de la expulsión de los judíos de España, el día en que los espías dieron su reporta ante Moshé. El diez de Tevet, comienzo del sitio a Jerusalén, marca el inicio de la destrucción del Primer Templo y una línea histórica lo une con la destrucción de nuestro pueblo 2500 años después, en la diáspora europea.
Un simple truco mnemotécnico ayuda a recordar cuatro de los seis días de ayuno. Los dos Mayores se conocen como Negro (el Noveno de Av) y Blanco (Yom Kipur); y dos de los menores se conocen como Mujer y Hombre, porque conmemoran los hechos de dos personas, la Reina Ester y el Gobernador Guedalia.