Mujer y Judaismo

Por Vikcy Ludmer                                                      Ilustración; @gisahaquin

Año a año, de generación en generación, esta es la pregunta que nos hacemos en cada casa judía en la celebración de Pesaj.
Y en general, con algunos matices, la respuesta es casi la misma. Nos contamos la historia de la esclavitud en Egipto, la rigidez del Faraón, las plagas como castigo divino pero creciente dándole la oportunidad de recapacitar luego de cada una y finalmente la liberación liderada por Moshe con la guía superior de D-s.
Cada año tenemos la oportunidad de reflexionar en forma privada y en familia, mediante la lectura de diversos textos y de la Hagadá sobre los significados de la esclavitud y de la libertad, y se nos invita a cada uno de nosotros a liberarnos de nuestras propias ataduras.
Este año pareciera que tendremos más motivos para contar por qué esta noche es diferente.
Este año la humanidad toda se ha visto atrapada por una plaga que no ha distinguido entre razas, edades, credos, nacionalidad, estatus social ni ninguna otra cosa. Una plaga que tampoco ha dado tregua ni espacio de recapacitar en la velocidad de su propagación.
Este año pareciera resultar raro hablar de libertad cuando estamos todos confinados en nuestras casas, ciudades, países, sin saber muy bien a que Faraón hay que pedirle que nos deje salir.
Y acá estamos, como ante cada circunstancia que nos trae la vida con la posibilidad de elegir. Podemos elegir lamentarnos por el encierro, enojarnos por los proyectos truncos, angustiarnos por no poder estar con nuestros seres queridos y abrazarlos.
O podemos ver oportunidades … oportunidad de leer aquel libro que dejamos a la espera de tener tiempo, de acomodar aquel armario con cosas viejas que algún día revisaríamos, de compartir tiempo en familia cuando en general la vorágine cotidiana hace que la sola idea sea una utopía, de encontrar el silencio interior para tener esa conversación tan largamente demorada con nosotros mismos.
También podemos tener miedo, y me parece legítimo decirlo. Miedo a contagiarnos o a contagiar a un ser querido, miedo al devenir de una enfermedad de la cual sigue habiendo más dudas que certezas, sobre la que no hay vacuna ni medicina conocida. Miedo a la economía, a perder el trabajo o a pesar de mantenerlo no saber si habrá ingresos suficientes para sobrellevar una crisis que tampoco sabemos cuánto va a durar.
Creo que el mayor miedo es a la incertidumbre, a no saber cuándo ni cómo termina esta película de la que parece que todos somos protagonistas de una u otra manera.
En la vida cotidiana pre COVID-19 una de las quejas recurrentes es la falta de tiempo, de quietud, de tranquilidad…y paradójicamente hoy que todos, o casi todos, debemos estar en casa sin ocupar el tiempo con las tareas habituales sigue faltando tiempo, quietud y tranquilidad.
Los días y las noches se han vuelto una maratón digital con clases, charlas, reuniones, opiniones, meditaciones…. Todo on line, a toda hora y sin pausa….
Pareciera que estar en silencio o sin conexión es nocivo o peligroso. Genera un desconcierto increíble. Repentinamente perdimos la noción de comprender que el aislamiento no es estar solos y hay una necesidad desesperada de estar conectados con los otros que también están aislados.

Mi sensación es que el universo nos ha hablado como humanidad. Que nos ha mandado a guardar para desde adentro volver a renacer. Siento que es una invitación maravillosa a encontrarse cada uno consigo mismo y re-pensarse, re-inventarse.
Hacer silencio para escuchar la voz del corazón y del alma. Regalarnos cada uno de nosotros lo más preciado y escaso: nuestro tiempo. Como decía Osias el osito de Maria Elena Walsh un “tiempo no apurado”.
El desafío es hurgar en el cajón interno de herramientas y ponerlas a disposición del universo, desde la humildad del corazón de cada uno de nosotros.
Mi deseo en este Pesaj finalmente es casi el mismo de cada año, que cada uno encuentre aquella estrechez de la que debe salir, que cada uno pueda conectar con la voz interior, y al mismo tiempo con aquellos con los que compartimos nuestra vida cotidiana.
Que podamos reflexionar y hacer limpieza del alma y que cuando todo vuelva a la normalidad, la normalidad no sea la de antes. Que podamos internalizar los aprendizajes de este tiempo en paréntesis, y ser libres una vez más para poder elegir, cualquiera sea la circunstancia que la vida nos regale.
Jag Pesaj Sameaj. En libertad, pero en casa.

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