Por Ethel Barylka Ilustración: @ofra_friedland
Desde que Yaakov salió de la casa de su padre y huyó por temor a Esav, su hermano, pasaron veinte años. Posee muchos bienes “vacas, asnos, ovejas, y siervos y siervas” (Bereshit 32: 5-6).
Sin embargo, sigue temiendo a Esav, «no venga acaso y me hiera a la madre con los hijos” (Bereshit 32:12). Es este horror el que lo lleva a enviar representantes a Esav con palabras de apaciguamiento, resignación e ira, «y enviaré a mi señor para complacerte».
¿Por qué es importante enfatizar la propiedad de «vacas, asnos, ovejas, y siervos y siervas»? Rashi explica que Yaakov quiso apaciguar a Esav porque las bendiciones de su padre no se cumplieron: «Y tuve vacas, asnos, ovejas; pero mi padre me dijo que tendría todo desde el rocío del cielo y desde el grosor de la tierra, pero esto no es del cielo ni de la tierra».
Los Sabios, en el midrash, apuntan a una dirección diferente (Bereshit Raba parashá 75:12) y dicen: «Y tuve un toro – este es Yosef, como está escrito: El nieto de Yosef está a punto de destruir a Amaleq, como está escrito: «Y Yehoshúa deshizo a Amaleq y a su pueblo a filo de espada” (Shemot 17:13). El midrash dice: «Ovejas: estas son Israel, como está escrito: “Porque así ha dicho el Señor tu Dios: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré” (Yejezkel 34:11). Y tengo esclavos y siervos – como está escrito en Salmos 123:3 “como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora”. Y tenemos la autoridad del Todopoderoso y no le tememos a ninguna otra persona. Según ese midrash nuestro patriarca Yaakov, le dijo a Esav: no tememos de ninguna persona porque estamos sometidos a nuestro Bendito Dios.
Rabí Mordejai Eliyahu conecta el verso «Yo tenía un toro y un burro» con Janucá, «donde recordamos lo que nos hicieron los helénicos que forzaron a Israel a escribir sobre el cuerno del buey “no tuvieron parte en el Di-s de Israel». Querían socavar la fe pura y fundamental de la gente de Israel en el Creador del Universo. Y querían hacerlo precisamente en el cuerno del buey, porque es un símbolo del poder y la victoria del pueblo de Israel como está escrito “Sin bueyes el granero está vacío; más por la fuerza del buey hay abundancia de pan” (Mishle 14: 4). Pero, también simboliza el esplendor como está escrito en Devarim 33:17 “Como el primogénito de su toro es su gloria”… y tal como el Santo Bendito ayudó al triunfo y los laureles de pocos contra la gran potencia, y así decidieron los maestros de la generación, que se deben encender velas en Janucá para recordar el milagro”. Y en esta mitzvá también se encuentra la belleza y el esplendor.
A pesar de sus propiedades, su estatus y los años que pasaron, Yaakov tuvo miedo: «y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos.» (Bereshit 32: 8). Rashí explica: «Temió porque podría ser asesinado, y se angustió por si mataba a otros».
La opción de la guerra no es buena en ningún aspecto.
El tosafista, exégeta y poeta, Yosef ben Isaac Bejor Shor de Orleans (Siglo XII) interpreta la angustia de Yaakov, que se encuentra atrapado en un estado de incertidumbre porque no sabía cuáles eran las intenciones de Esav, por lo tanto, no sabía cómo reaccionar. Si sus intenciones eran de desafío y él no podría enfrentarse en sus condiciones con los 400 milicianos que tenía su hermano, entonces acaso escapar o ir a las ciudades fortificadas de la cercanía. Y si eran amables saber cómo corresponderle en ese espíritu. De allí su angustia. Huir o abrazarle.
Esta interpretación plantea una pregunta difícil que se repite en todas las generaciones: ¿cómo debe actuar cuando no sabe si el otro va en pos de la paz o de la guerra?
No pretendo analizar las características de las negociaciones políticas que se pueden aprender de la Parashá, ni preguntar como Nejama Leibowitz: «¿Qué dirá nuestra generación a este debate entre académicos y comentaristas de generación en generación?» sino aprender que lo que hicieron los padres marca a los hijos.
Yaakov no espera con calma, sino que da una serie de pasos hacia la reunión con Esav, como dice Rashi: «Se preparó para tres cosas: para obsequiarle, para la oración y para la guerra». «Y durmió allí aquella noche, y tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esav» (Bereshit 32:22) Y dijo Yaakov: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Yitzjak, Dios, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien» (32: 7), y a la guerra: «Y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. Y dijo: Si viene Esav contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará… «(32:9)… Porque pelearé con él”. O en otro orden según el Rambán, que precede a la oración antes que la preparación de sus obsequios.
El rabino Isaac Arama[i], dice en su libro Akedat Itzjak en su introducción a Parashat Vaishlaj: «… porque la ausencia de diligencia y falta de actividad en un lugar donde hay necesidad de hacerlo es un pecado que él pecó, y nuestro sabios, explican en el Midrash Shojer Tov: pues el Señor tu Dios te ha bendecido en toda obra de tus manos (Devarim 2:7) – ¿Puede incluso sentarse sin hacer nada? Para enseñarnos: «Si haces, eres bendecido, y si no haces, no lo serás». Y como un maravilloso ejemplo de esta idea, trae el comportamiento del Rey David: «Quién es grande y amado por nuestro Dios como nuestro Señor… Sus esfuerzos por ser salvo del poder de sus enemigos… porque sabía que la salvación de Dios y sus promesas no se aplicarían sólo a una persona que completa sus acciones defensivas en la medida en que su intelecto se lo permita. Y eso fue lo que le exigió que cambiara su actitud ante Abimelec, simulando que delirara y se le cayera la baba sobre su barba, lo cual es una actitud de vergüenza y de disgusto… Después de que probó e hizo todo lo posible para quedar a salvo. Le pidió a Dios que lo salvara, y este le respondió y lo salvó de todos sus pecados, lo cual no hubiera hecho si no tuviera a su favor todas las actitudes que asumió activamente para protegerse”.
A la luz de las palabras del autor de “Akeda”, encontramos que es voluntad de Dios hacer el esfuerzo por uno mismo y, quien no lo hace y no va a la guerra o trata de conciliar llevando obsequio, incluso cuando es necesario avergonzarse frente al adversario, no debe confiar que le salven únicamente sus plegarias. Como aquel que está sentado sin un arado y sin sembrar semillas; esperando las cosechas. Estos últimos, en definitiva, son necios y llevan a la destrucción del mundo.
De esta manera, Yaakov fue a reunirse con Esav, y esto explica claramente su posición en la oración, precisamente después de haberlo intentado con todas sus fuerzas y preparado todas las tácticas para garantizarle salir entero de ese encuentro, preparándose para lo peor, incluso la guerra y para lo mejor, la reconciliación.
[i] (c. 1420 – 1494) que fue un rabino y escritor español, primer director de la academia rabínica en Zamora (probablemente su lugar de nacimiento); y luego fue rabino y predicador de la comunidad de Tarragona, y más tarde de la de Fraga en Aragón y finalmente ofició en Calatayud como rabino y director de la academia talmúdica y tras la expulsión de los judíos en 1492, se estableció en Nápoles, donde murió en 1494,