Mujer y Judaismo

Por Silvina Chemen                                                                                   Ilustración: drollmuse

La fiesta de Purim siempre me encuentra ambivalente. Por un lado sé que debo aprovechar la oportunidad del calendario judío, para desplegar en mi comunidad una experiencia intensa de color, algarabía, ruido y sorpresas. Es la Tefilá a la que probablemente asistan más niños y más familias, todos con sus disfraces y dispuestos a acompañar las propuestas surgirán durante la noche.

Pero por el otro lado, cuando intento profundizar en el contenido y el sentido profundo de esta festividad, la alegría no surge espontáneamente. La historia de un exilio, de mujeres tomadas como objeto, de un personaje como Esther que oculta su condición de judía para acceder al harem del Rey, un tío o primo (relación dudosa la de Mordejai…) que manda a la jovencita a entregarse a los placeres del palacio a costa de su silencio, un malvado cuyo castigo será la horca para sus hijos, “la suerte” (Pur) como medio para definir el destino de una nación. En fin, la pregunta que me hago es ¿cuál es la enseñanza profunda de Purim? ¿Cómo aplico hoy en día los mensajes que esta fiesta supuestamente nos está dejando? ¿Cuál es verdaderamente el contenido de la celebración?

Mucho se ha escrito sobre los significados místicos de Purim, basados en el nombre de Esther, (que en hebreo significaría “me ocultaré”) y de allí la inferencia, dado que el nombre de Dios no aparece en el texto, que el Creador se ha ocultado de la perceptibilidad del mundo y que su ocultamiento supondría ser la consecuencia de un cierto interés por parte del hombre.

Valoro profundamente estos intentos de “meta explicaciones” a un relato que en su literalidad dista mucho de convocar sensaciones místicas.

Hoy quisiera retomar el tema del ocultamiento, pero desde una visión más humana de un relato que tiene como máxima protagonista a Esther- Hadasa, la joven judía que ingresa al lugar de mayor poder a cambio de ocultar su identidad judía y por qué no decirlo, de aceptar las reglas de un mundo machista, que la condena como mero objeto de placer sexual librada a la voluntad del monarca. Pero tampoco olvidemos el lugar importante de Vashti, otra mujer, que ya pertenecía a ese mundo de placeres y sumisiones que se niega a presentarse desnuda frente a los invitados del rey. Pone un límite a la manipulación y sufre el destierro. Esther aparece en escena, gracias a Vashti que defiende en parte su dignidad como mujer.

Yo creo que el festejo de Purim comienza cuando Esther decide decir quién es, presentarse en su integridad sin necesitar ocultarse detrás de identidades falsas, ropajes caros o un status de privilegio. Nos alegramos en Purim porque una mujer judía decidió no avergonzarse más por su condición y eligió hacerle frente a la banalidad de la vida lujuriosa para darle lugar a la trascendencia de la vida del pueblo al que pertenece. Una de las enseñanzas de Purim, entonces, podría ser la capacidad de distinguir entre el “Pur”, la pura suerte librada al azar o la importancia de tomar la vida en las propias manos. No estamos condenados a los avatares de un destino que no depende de nosotros ni tampoco creamos que debemos vendernos al mejor postor, porque nuestras acciones no tendrán ningún beneficio. El pueblo judío se salva, porque Esther habla y acciona. No se queda inmóvil ante un destino preasignado.

Quizás por eso el rollo de Esther, Meguilat Esther, sea el único que es nombrado como “Meguilá”, el rollo, a pesar de que otros libros y la Torá misma fueros escritos como rollo, pero éste es un símbolo exclusivo de Purim. Porque si nos tomamos la licencia de traducir la frase “meguilat Esther”, podríamos decir que estamos leyendo la historia de quien está descubriendo (gilui- meguilá), lo que había decidido ocultar (Esther), estamos siendo testigos de que la historia se escribe con la verdad y la palabra, con la dignidad de la defensa de nuestras identidades, y que el poder se logra a partir de nuestras acciones y no de artilugios de ocultamiento.

¿Cuántas veces nosotros mismos ocultamos nuestro ser judío por temor a no conseguir un trabajo, o a ser mirados de modo diferente? ¿Cuántas veces no nos defendemos ante frases estereotipadas en contra de los judíos y dejamos pasar la “humorada” con tal de no provocar discordias? ¿Cuántas veces, como mujeres, dejamos pasar lugares comunes, ejemplos denigratorios o burlas respecto de nuestro género y ocultamos nuestras sensaciones de incomodidad?  ¿Cuántas veces nos rendimos ante una supuesta fatalidad y nos paralizamos ante circunstancias adversas?

Éstas son para mí las preguntas que me interroga la festividad de Purim, en un nivel profundo y comprometido con mi realidad actual.

Celebremos Purim como la fiesta de la victoria de la acción trascendente sobre el designio del azar, de la verdad sobre la mentira y el ocultamiento, de la palabra sobre el silencio y de la defensa de la dignidad humana sobre el sometimiento.

Jag Purim Sameaj

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