Por Ethel Barylka Ilustracion: Ofra Friedland
La cuestión de los espías enviados a explorar la tierra de Canaan, nos da la oportunidad de pensar acerca de lo que dice la Guemará Macot 10 b, “se conduce a la persona por la senda que él desea ir”.
¿De quién fue la idea de enviar agentes infiltrados para reconocer la tierra? Según lo que leemos en la nuestra parashá la iniciativa fue de Di-os. “El Eterno ahora habló a Moisés, y dijo: “Envíate hombres para que espíen la tierra de Canaán, que yo voy a dar a los hijos de Israel. Enviarán un hombre por cada tribu de sus padres, cada uno un principal entre ellos. Así que Moisés los envió del desierto de Parán por orden del Eterno”” Números 13: 1-3. Sin embargo, de acuerdo a Moisés en el Deuteronomio, (1: 22-23) la idea fue de la gente “No obstante, todos ustedes se me acercaron y dijeron: ‘Enviemos hombres delante de nosotros, sí, para que nos exploren la tierra y vuelvan a traernos palabra respecto al camino por el cual debemos subir y las ciudades a las que llegaremos’. Pues, la cosa resultó buena a mis ojos, de modo que tomé doce hombres de ustedes, uno por cada tribu”.
Según Maimónides, cuando los israelitas fueron condenados a 40 años de vagar en el desierto, el castigo fue un resultado de la naturaleza humana. Es evidente que lleva mucho más que algunas semanas convertir a un grupo de esclavos en una nación que pueda vivir responsablemente su libertad.
En el caso del pueblo de Israel, demoraron más que una generación hasta que los nacidos en libertad pudieron salir de la experiencia del desierto.
No hay atajos ni abreviamientos en el camino a la libertad.
La humanidad necesita de tiempo para progresar. Por eso el judaísmo insiste tanto en recordar por medio de los relatos lo que sucedió en el pasado. No propone remedios mágicos sino procesos de cambio y reparación de lo equivocado en forma permanente. Maimónides continúa diciendo que si Di-os hubiera concedido la fuerza y la auto seguridad a ese grupo para cruzar el Jordán e ingresar a la Tierra Prometida, hubiera cerrado toda posibilidad del albedrío de las personas y hubiera cercenado sus elecciones.
Por ello, el Eterno limita al máximo su intervención en las cuestiones terrenales. Así las personas pueden pasar por el proceso de transformación libremente. Se comporta como un padre que desea que su hijo crezca responsable, independiente y autónomo.
En definitiva, esta es la lección que se aprende de los exploradores y del castigo que sufrieron. Pese al enojo divino, las personas no fueron condenadas a un exilio permanente, sino que debieron enfrentarse con la realidad para que sus hijos puedan alcanzar lo que les estaba vedado a ellos por sus propias acciones.
Nosotros, nos vemos tentados muchas veces para decidir por otros y en otras preferimos que otros elijan por nosotros. No tenemos paciencia de seguir los procesos. Nos es más fácil decidir las ropas, comidas, amigos, y juegos de nuestros hijos y alumnos, cuando y de qué manera deben hacer sus tareas escolares que enseñarles la responsabilidad por una libre elección. Quizás por ello en la historia y también en nuestros días, hay tantos sistemas de gobierno autoritarios y es tan difícil vivir democráticamente.
La tragedia de los que salieron de Egipto fue porque no estaban preparados para vivir en libertad, a diferencia de sus hijos, y ese debió ser su consuelo.
Shimshon Refael Hirsch en su comentario sobre el versículo “Y sus hijos llegarán a ser pastores en el desierto cuarenta años” (Números 14:33), dice que el término usado para la palabra ‘pastores’, puede ser traducida también como ‘amigo, compañero, y aliado’, para decirnos que ese recorrido les llevará al éxito y a la existencia como seres libres.”
En definitiva, “se conduce a la persona por la senda que él desea ir”
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