Por Ethel Barylka Ilustración: @rivkalembergart
El encuentro de Yosef con sus hermanos llega a su cúspide cuando Yosef ya no puede contenerse y se confiesa ante sus hermanos: «Yosef no pudo ya contenerse delante de todos los que estaban junto a él, y exclamó: Haced salir a todos de mi lado. Y no había nadie con él cuando Yosef se dio a conocer a sus hermanos. Y lloró tan fuerte que lo oyeron los egipcios, y la casa de Faraón se enteró de ello. Yosef dijo a sus hermanos: Yo soy Yosef. ¿Vive todavía mi padre? Pero sus hermanos no podían contestarle porque estaban atónitos delante de él. Y Yosef dijo a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron, y él dijo: Yo soy vuestro hermano Yosef, a quien vosotros vendisteis a Egipto» (Bereshit 45:1-5).
El llanto, por tanto, parece ser no es sólo de emoción sino también catarsis por todo el pasado, por la soledad, el sufrimiento, la alienación que vivió ese joven hombre. Yosef, el joven de 17 años que salió a buscar a sus hermanos al campo de pastoreo, siguiendo la orden de su padre, se encuentra con sus hermanos cuando es un hombre de 39 años, y mano derecha del Faraón. Y a pesar de eso sigue siendo un joven solitario, traicionado, que hizo solo su camino hasta las profundidades del imperio egipcio. Como si aún resonara en su boca aquella frase «busco a mis hermanos». Esto nos recuerda cuan extranjero y extraño era en el exilio, cuan solo vivía a pesar del brillo y el lujo de palacio. La pertenencia a la elite social es artificial. No se relaciona, ni le refiere, ni lo vincula, ni lo conecta. A la hora de la verdad, cuando les dice a sus hermanos «acercaos» lo hace a solas, sin testigos, en la intimidad de la familia. A pesar de los años y a pesar del enfado, la fuerza del encuentro familiar desmorona el dique de las lágrimas. Yehudá que aparentemente es consciente de la situación, se atreve a acercarse a Yosef y hablarle a su corazón, en un discurso un tanto desconectado de las circunstancias. Y Yosef parece que esperaba ese mismo «y se aceró Yehudá» que le abriera el corazón.
Los nombres de los hijos de Yosef dan testimonio de su extranjería «al primogénito Yosef le puso el nombre de Menashé, porque dijo: Dios me ha hecho olvidar –noshani– todo mi trabajo y toda la casa de mi padre. Y al segundo le puso el nombre de Efraím, porque dijo: Dios me ha hecho fecundo –hifrani– en la tierra de mi aflicción» (Bereshit 42:51-52).
Los dos hijos que le nacen a Yosef de Osnat Bat Potifera, el sacerdote de On. ¿Por qué el hombre que logra contraer matrimonio con la hija de las más altas élites sociales le da estos nombres a sus hijos? ¿Y cómo es que ella lo acepta?
Podemos sugerir que le pasado de Yosef está muy presente en esta familia, hecho poco esperado en el hogar de quien dijo sobre sí mismo «Porque la verdad es que yo fui secuestrado de la tierra de los hebreos» (Bereshit 40:16).
El pasado es una incógnita. Nadie sabe qué pasó, nadie sabe de la existencia de los hermanos ni de la traición. ¿Y qué pasa con Osnat? ¿Cómo se arregla con a la irrupción repentina del pasado? El midrash intenta dar una respuesta, ya que de acuerdo una de las versiones midráshicas Osnat no es otra que la hija de Dina, y no la hija biológica de Potifera, pero fue llamada su hija porque se crio y creció en su casa, igual que Moshé se llamó hijo de Bitia Bat Paró (Bitia hija de Faraón) porque ella lo crio, dice el midrash traído por Jizkuni; «era la hija que engendró Shjem[i] con Dina y los hijos de Yaacov querían matarla. Fue Yaacov y le colocó un amuleto en su cuello y la sacó del hogar y se escondía entre los arbustos y por el nombre del Sné (zarza) se llamó Osnat. Y vino Gabriel y la llevó a Egipto con la mujer de Potifera y esta la crio y vino Yosef a Egipto y todas las mujeres salieron a admirarlo por su belleza. Y cada una le arrojaba un objeto o una joya y esta no tenía lo que arrojarle y le lanzó el amuleto que llevaba en su cuello. Y lo miró Yosef y vio que era hija de hija de Yaacov y le tomó por esposa (Ver Jizkuni Bereshit 41: 45).
Osnat es de la familia. Osnat vivió en carne propia la traición, el abandono, la negación . Con ella Yosef, el solitario, puede compartir la vida.
Osnat, miembro de su familia que fue abandonada en su infancia puede comprender la sensación de soledad y destierro. Ella que creció en el hogar del sacerdote de On, en el corazón del imperio, como él, puede entender esos sentimientos. Junto a ella Yosef puede encontrar consuelo en la crianza de sus hijos, con ella puede Yosef retornar al seno de la su familia. Que es también la de ella.
[i] Shjem quien había violado a Dina. Ver: Bereshit 34:1-17