Mujer y Judaismo

Por Ethel Barylka                                                  Ilustración: Eva Holzfischer

El 15 del mes de Shvat, conmemoramos el año nuevo de los árboles que en un principio estaba ligado al cálculo del ciclo impositivo, que como en toda sociedad agrícola, estaba relacionado al calendario y al período de las lluvias. Tu Bishvat, buscaba señalar la fecha más exacta de la mitad del invierno. Sólo posteriormente se le sumaron connotaciones místicas, bajo la influencia de los cabalistas de Tzfat que instituyeron el “Seder Tu Bishvat”.

El largo exilio alejó al pueblo judío no sólo de su tierra, y obviamente también de las normas impositivas y agrícolas relacionadas a ella. Sin embargo, la falta de un suelo propio no fue sólo nostalgia. Las comunidades judías dispersas encontraron maneras de elaborar el duelo por la pérdida del territorio nacional en una serie de símbolos, ritos y costumbres. Así como en el muro oriental de la casa se dejaba un pedazo sin pintar para recordar la destrucción, en las mesas de los judíos en todos los confines de la tierra, se solía colocar en las mesas del día de Tu Bishvat un conjunto de frutas que sirvieran de puente  a la memoria histórica de los frutos del país. Para que la imaginación supla lo que la realidad impedía gozar.

Cuando comenzó el regreso masivo de las primeras aliot a Israel, Tu Bishvat fue transfigurado. No podía ser de otra manera. El movimiento sionista aspiraba reubicar al hombre-judío que debe ser  “como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera” (Salmos 1:3).

Los primeros jalutzim y los que les siguieron volvieron a estar en contacto con el suelo y el trabajo agrícola  en la tierra de Israel. Árboles que arraigados a la tierra, subían con sus ramas al cielo recordando la escala de Yaakov, uniendo lo material y lo divino, lo terrenal y lo celestial.

La nostalgia cedió al contacto con los elementos de la vida real.

La tierra reconstruida es la base concreta y sólida del pueblo. Es el nutriente que  puede sustentar y desde la cual nos podemos sostener. Es la superficie sobre la que se construye el hogar personal y nacional. Es el espacio de las raíces.  Las lluvias imprescindibles se volvieron anhelo concreto y oración cotidiana, hasta que sus gotas al contacto con la tierra, los troncos, las hojas y las flores hacen radiar los corazones. Los niños volvieron a aprender el milagro de la  primera lluvia.  También en medio de la avanzada urbanización del país los niños israelíes saben nombrar al “iore” (la primera lluvia) desde edad muy temprana. Volvió el contacto con el aire, el sol, el viento.  Vino la luz. Con su energía y su calor.

Tu Bishvat del exilio, reunía a los judíos alrededor de la mesa, convirtiéndola en territorio. Tu Bishvat del Israel actual, nos reconecta con la posibilidad  del contacto directo con la Madre Tierra, reanudando así nuestro interrumpido diálogo con la Naturaleza. Los frutos de la tierra, nutren nuestro cuerpo y nuestro espíritu,  reconciliándonos con lo más básico del ser, que es además lo más excelso.

Tu Bishvat nos hace volver nuestros ojos a lo maravilloso de la Creación, vinculándonos también a nuestra esencia femenina. La Torá utiliza en dos oportunidades el verbo “Lehazria” que podríamos traducir como “dar semillas”:

  La primera en el contexto de la Creación:
“בראשית א:יא “וַיֹּאמֶר אֱ-לֹהִים תַּדְשֵׁא הָאָרֶץ דֶּשֶׁא עֵשֶׂב מַזְרִיעַ זֶרַע עֵץ פְּרִי עֹשֶׂה פְּרִי לְמִינוֹ אֲשֶׁר זַרְעוֹ בוֹ עַל הָאָרֶץ וַיְהִי כֵן

  “Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así”  (Génesis 1:11).

La segunda en el contexto de la mujer:

“ויקרא פרק יב:א “דַּבֵּר אֶל בְּנֵי יִשְׂרָאֵל לֵאמֹר אִשָּׁה כִּי תַזְרִיעַ וְיָלְדָה זָכָר וְטָמְאָה שִׁבְעַת יָמִים כִּימֵי נִדַּת דְּוֹתָהּ תִּטְמָא
Que está traducido en la mayor parte de las Biblias como “habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda”. (Levítico 12:1).

Sin embargo la expresión hebrea es aquí única “Tazria”  o sea, dé semilla. La Torá utiliza claramente el mismo verbo que en relación a la tierra “isha ki tazria” estableciendo un vinculo directo entre la tierra y la mujer… ambas “producen semillas”, ambas son fuente de vida.  La semilla es la posibilidad del nacimiento, la simiente en el mundo vegetal  es el óvulo fertilizado maduro que contiene un embrión capaz de convertirse en una planta adulta, al igual que el óvulo de la mujer que permite la gestación del ser humano.  Este paralelismo fue marcado por el Rabino Shimshón Rafael Hirsh en su comentario a la Torá y nos remonta al nexo mujer- naturaleza, tantas veces marcado por un lado, y tantas veces deteriorado por el otro.

La fiesta de los árboles nos recuerda el devenir de las estaciones, el ciclo de la naturaleza, similar al de la mujer que celebra su ciclo durante los años de su fecundidad. Tierra y Mujer parecerían estar unidas desde el inicio mismo de la vida, mujer que es Java,  madre de todo lo viviente.  En la antigüedad mujeres de diferentes culturas tomaban parte activa en los rituales fecundidad  y hasta hoy, hay mujeres que plantan árboles en Tu Bishvat creyendo que ello les ayudará a embarazar, y otras cuidan del etrog después de sucot dándole propiedades prodigiosas que ayudan en el momento del parto.

El papel de la mujer cambió tanto como  la manera de la explotación de la tierra para la silvicultura, la agricultura, y la horticultura. Nadie puede imaginar siquiera el regreso a los rituales de la Madre Naturaleza, ni que la mujer tenga como destino fundamental la reproducción. Ya no se habla de polarizaciones hombre-mujer, cultura-naturaleza, inteligencia-sentimiento, ciencia-espíritu, como si no existiera la interacción entre ellas, sino que se perciben todas como parte de una única Creación y de una Unidad, fluyentes y dinámicas.

Tu Bishvat, sin embargo,  puede permitirnos la revalorización de lo primigenio.  Lo especial y único del ser que está capacitado a albergar con su cuerpo un nuevo ser y festejar como humanos, hombre y mujeres, la maravilla de la Creación, el misterio de cada gota de agua, de cada rama y de cada fruto.  Volviendo a la tierra, no para extraer de ella ni para explotarla ilimitadamente sino para plantar recordando que  “…Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara.” Génesis 2:15

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