Mujer y Judaismo

Por Vicky Ludmer

Elul, el último mes del calendario hebreo. Es el mes del recogimiento, de la reflexión, de la meditación, es el mes de la Teshuvá.
Teshuvá es respuesta y es retorno.

Elul es un alto en el camino. Es el tiempo de parar y reconsiderar con intención y con conciencia. Estando presentes con nosotros mismos.

Una vez al año, pero cada año nuevamente se nos invita a transitar este tiempo con una nueva energía, una nueva mirada, un nuevo sentimiento. Es un proceso dinámico y cíclico. Y esto es así porque el calendario no es para nosotros un mero recordatorio del pasado, sino que es una dimensión espiralada que nos invita cada año a mirar para atrás, pero en tiempo presente.
Así es que cada año salimos nuevamente de Egipto en Pesaj, recibimos la Torá en Shavuot, habitamos en la fragilidad de la Sucá y por supuesto pedimos ser inscriptos en el Libro de la Vida y pedimos perdón en Rosh HaShaná y Yom Kipur.

Pero primero pasamos por Elul. Un mes entero de recapitulación. Un mes entero donde suena el Shofar para despertarnos y convocarnos a la reflexión.
Cada año tenemos la oportunidad de volver a revisar con nuevos ojos y volver a sentir con el alma acontecimientos, hechos, acciones y omisiones. Repensar, de re-sentir y así ratificar o rectificar nuestro rumbo.

Pedimos perdón y perdonamos. Y la pregunta que me hago es si en ese proceso nos incluimos a nosotros mismos. Casi podría afirmar que esta pregunta debe causar sorpresa a más de uno.
¿Perdonarme a mi misma?? ¿Porque debería pedirme perdón?? ¿Como sería ese proceso??
Al reflexionar sobre esta posibilidad quizás caigamos en la cuenta que si creemos que pedir perdón o perdonar a otros es difícil, cuando uno revierte la mirada hacia adentro es tanto más difícil.
Somos normalmente muy exigentes con nosotros mismos. Tanto que estamos prestos a condenarnos por todas y cada una de las fallas que podamos haber cometido, tanto si fueron conscientes o no. Y es tan grande la exigencia que nos pasa en transparencia la posibilidad de voltear con una mirada amorosa hacia nosotros y nuestras transgresiones o falencias.
Estamos tan ocupados mirando hacia afuera, que muchas veces olvidamos observar hacia adentro. Y si lo hacemos seguramente allí encontraremos un ser amoroso y genuino que hizo lo mejor que pudo y que espera con una mirada ávida esa caricia tierna y comprensiva que, habitualmente también, tenemos para con otros.

Hablo de una mirada compasiva y generosa, pero no justificadora. No se trata de justificar acciones disvaliosas por el mero hecho de estar en tiempo de perdón. No es suficiente expresar arrepentimiento, cuando este es vacío y oportunista. Ya que esa justificación seria habilitante a repetir una y otra vez el error.

Se trata de un verdadero camino hacia nuestro corazón y nuestra alma. Una conversación interna y honesta que permita revisar nuestras acciones, reflexionar sobre nuestras elecciones, y en aquellos espacios donde advirtamos habernos equivocado, tanto con nosotros mismos como en relación a otros, darnos la oportunidad de perdonar-nos, sanar y volver a empezar, pero siempre con el recuerdo o la conciencia de lo pasado, como recordatorio para no volver a repetir.
Todo esto sucede durante el mes inmediato anterior a Rosh ha Shana, la cabeza del Año. SHANA, año, comparte raíz con SHENI lo segundo, lo repetido y con SHINUI, cambio. Nuestro lenguaje nos invita repetir y a cambiar, todo al mismo tiempo. La elección es nuestra.
Ojalá este año cada uno escuche un shofar interno que nos sacuda y nos mantenga despiertos frente a nuestros compromisos y promesas. Que cuando llegue Elul del año próximo, nuestra reflexión y recogimiento verse sobre temas nuevos y no sobre los mismos del año pasado o del anterior. Que podamos gratificarnos por haber estado presentes cada día de nuestro año y de nuestra vida


 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *