En una de las tradiciones de la historia del escondite de Rashbí (rabí Shimón Bar Yojai) en la cueva, se dice que Rashbí se siente inseguro porque “nashim daatan kala” [las mujeres son fácilmente impresionables o más literalmente el pensamiento de las mujeres es ligero]”. ¿Cómo relacionarse con esta cita y símiles análogos?
Huelga decir que el título que elegimos tomado de la tradición judía no es “correcto políticamente” en nuestro mundo social. Pero reverbera esta semana en nuestro universo tradicional y religioso.
Durante la semana de Lag Baomer, todos nosotros y todos nuestros hijos, regresamos a los relatos acerca de Rabí Shimón Ben Yojai, el más famoso de los cuales es cuando el Rabí Shimón escapa para ocultarse en la cueva. El relato, de hecho, tiene varias versiones diferentes. Pero uno de ellas ganó gran popularidad en la leyenda popular judía. “Shimón escapa con su hijo y se esconde en el Beit Midrash –la casa de estudios-, y su devota esposa les lleva a diario comida y bebida. Pero Rabí Shimón no se sentía seguro, porque ‘las mujeres tienen pensamiento ligero y tal vez la torturen y los descubrirá” (Talmud de Babilonia, Shabat 33 b). [La Guemará usa la expresión Nashim Daatan Kala Dilma Meani la Umeguila lan N.del T.]
Exactamente por el mismo motivo, los autores del Midrash comprenden por qué Abraham tiene prisa por escapar de su casa sin contarle a Sara sus intenciones en la historia de la atadura de Isaac (Tanjuma, Vayerá 24).
En ambos casos, los esposos parecen ser sensibles a las debilidades de sus esposas y, por lo tanto, también las excluyen del evento principal. En ambas historias, la premisa, a la cual los autores del midrash se adhieren, es condescendiente y agraviante, y en particular permite que la historia se desarrolle sin mujeres, incluso despertando disgusto a las mujeres, creando descontento, decepción, y desagrado para todas las mujeres de Israel a lo largo de las generaciones.
Parecería que estos eventos narrativos van acompañados por todo un fenómeno de definiciones generales, delineamientos, y descripciones acerca de las mujeres y sus habilidades, que a menudo aparecen en la tradición judía y sirven de fundamentos a la estructura halájica.
“…una mujer salió y encontró a su amiga rastrillando carbones debajo de una olla de Terumá: el rabino Akiva dice que son impuros, pero los sabios dicen que están puros. Rabí Eliezer ben Pila pregunta: pero ¿por qué Rabí Akiva dictamina que son impuros y los sabios determinan que están puros? Porque las mujeres son glotonas y se sospecha que cada una destapa la olla de su vecina para saber qué está cocinando” (Mishná Taharot cap. 7:9).
La norma se ocupa de las relaciones entre personas, pero sospecha de las mujeres, pero no hay citas de este tipo referidas en términos generales a los hombres, sino a “otros” diferentes, como los pobres, los ignorantes los gentiles, etc.
En otro caso, citado por el Talmud de Jerusalén, se deduce que, si bien la brujería está prohibida a las personas de ambos sexos, aparece en ‘femenino’, porque la mayoría de los brujos son mujeres. La base condicional del Midrash probablemente creía que la brujería era realizada principalmente por mujeres. La tradición amoraíta ha extendido la expresión a un rasgo femenino general y característico: “la mayoría de las mujeres son hechiceras”. (Talmud de Jerusalén, Sandrín 87.
Esta forma de pensar, por supuesto, también tiene una clara implicación social, por ejemplo: “Pero Sara lo negó, porque tuvo miedo, diciendo: No me reí. Y Él dijo: No es así, sino que te has reído” (Génesis 18:15). De aquí que las mujeres niegan, o mienten, por miedo. Y por eso el Santo Bendito Sea les impidió que sean testigos de (Midrash Hagadá, Buber, Bereshit 18:15). El miedo es como “es sabido” una característica propia de las mujeres y les lleva como en el relato de Rabí Shimón Bar Yojai a traicionar a sus maridos, y las inhabilita a ser testigos, porque no se puede confiar en su rectitud.
Esas historias hacen que el rabino Shimón Ben Yojai tema que las mujeres traicionen a sus esposos, descalificándolas de dar testimonio de que no se debe confiar en su integridad.
No todas las tradiciones que encontramos en nuestra literatura hablan en forma negativa de las mujeres. Así, por ejemplo, el Midrash al discutir la profecía de Juldá explica:
“…entonces el sacerdote Hilcías, y Ajicam, Acbor, Safán y Asaías fueron a la profetisa Juldá, mujer de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, encargado del vestuario; ella habitaba en Jerusalén en el segundo sector, y hablaron con ella”. ¿Y cómo profetizaba Juldá donde estaba Jeremías? La respuesta es que Juldá era familiar de Jeremías y ello no le molestaría. ¿Y cómo se explica que Josías dejara a Jeremías y siguiera a Juldá? Dijeron en nombre de rabí Shilá. Porque las mujeres son compasivas y clementes” (Meguilá 14 b).
El rey Josías eligió para sí un profeta lleno de misericordia y por ello fue a Juldá. Podemos decir que es una especia de manipulación, pero, por otro lado, hay aquí una descripción de un camino preferible y deseado. Pero, ¿acaso todas las mujeres son más compasivas que los hombres? Es probable que Julda lo fuera, pero aquí no se trata de ella en persona, sino a partir de una premisa que la ignora a ella en particular y la modela como se considera que debe de ser una mujer.
Pareciera que este es el espacio de afirmar que no necesitamos de “tu picadura ni de tu miel[1]” (Tanjuma Balak 9). Considero que debemos ser críticos y marcar reservas no solo cuando el comentario es negativo, sino que también cuando aparentemente es positivo.
Las mujeres igual que los hombres son sabias y bobas, bien educadas y curiosas, glotonas y saciadas, cercanas y alejadas, valientes y temerosas, dicen la verdad y son mentirosas. No se trata de una cuestión de género sino de personalidad. Y es muy peligroso construir la grandeza de Rabí Shimón bar Yojai, por su menosprecio de la posibilidad de las mujeres en la sociedad o descartar el conocimiento de las mujeres en las cortes porque no son confiables.
No queremos derogar las fuentes o su lenguaje o su mundo discursivo. Sólo los que tienen un “pensamiento ligero” y ávido descartan todo a la vez.
Dado que nuestra postura es diferente, es nuestro deber hacer oír la voz crítica hacia el lenguaje y el discurso excluyente o despreciativo. Volver y esclarecer cada vez que levanta la cabeza esta despreciable serpiente. Nuestro objetivo no es matarla, sino modelar y proponer un camino alternativo desde dentro de ese mundo cultural – que es nuestra cultura.