Mujer y Judaismo

Por Ethel Barylka

“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Viktor Frankl
¿Cómo nos ubicamos ante el estímulo y qué hacemos con ese espacio que no corresponde a la dimensión física, sino a la espiritual y psicológica en el que elegimos nuestra respuesta, respuesta que nos define al tiempo que nos marca? La actitud con la que decidimos enfrentar los hechos pone de manifiesto nuestra esencia humana y nos recuerda que somos libres de elegir, nos conecta con lo más profundo de nuestra humanidad-divinidad, misma que está traspasada por nuestra identidad personal. Elegimos guiados por nuestros valores, por nuestra historia, y sí, también por nuestras circunstancias, como lo definía Ortega y Gasset.
Cuándo las circunstancias cambian, ¿cambia la esencia del hombre y él en su esencia?
Vamos modelando nuestras conductas a través de la vida, buscando el sentido de lo que hacemos, no solo para sentirnos bien o mejor, sino para orientar y dignificar nuestras vidas. No somos solo y puro impulso. Ese recorrido personal se vincula también al espacio que ocupamos y al tiempo que recorremos. El tiempo personal, nos permite ir definiendo el espacio interior, pero también el tiempo y el ritmo judío en el que vivimos como comunidad, como pueblo.
Pesaj, nos reclama este año con una dimensión diferente, tanto en lo espacial como en lo temporal.
Celebrar la libertad estando enclaustrados, nos plantea un desafío que muchos, antes que nosotros han tenido que enfrentar, en diferentes circunstancias. Siempre hemos sabido permanecer libres, aún en el peor de los sometimientos. El hombre liberado conoce y valora la libertad. El hombre sometido no puede hacerlo. Moshé al ser libre, se subleva ante la injusticia cuando ve a sus hermanos esclavizados, Moshé ve lo que los esclavos no pueden ver.
El judaísmo es un llamado a la libertad del hombre y Pesaj su símbolo. El pensamiento judío al evocar a un Dios trascendente, liberó al hombre de sus ataduras mitológicas a lo concreto, lo numinoso, o lo mágico, para conducirlo hacia un camino de libertad y autonomía que lo compromete y lo subjetiviza. No es un dios-objeto y por lo tanto no necesita de hombres-objetos, de hombres-esclavos. El Amo del Universo es libre y crea a sus criaturas a su Imagen para que así lo sean. El desafío parecería ser si somos capaces de romper las cadenas y ataduras, y asumir esa libertad, que obliga de modo ineludible a la responsabilidad.
“¿Cómo concibe el judaísmo lo humano? -pregunta Levinas- ¿Cómo integrará la exigencia de una libertad casi vertiginosa en su deseo de trascendencia?” y responde: “sintiendo la presencia de Dios a través de la relación con el hombre. La relación ética aparecerá en el judaísmo como relación excepcional, en ella el contacto con un ser exterior, en lugar de comprometer la soberanía humana, la instituye y la inviste”.

Este Pesaj nos brinda una posibilidad inédita de volver a pensar y resignificar algunas cuestiones y materias que en la vorágine de la vida mediática y mediatizada a veces olvidamos, y recordar que antes que nada tenemos una obligación y compromiso ético. Nuestro mandato de traer santidad al mundo, a las acciones cotidianas, no creando ni imitando a los ángeles, sino colaborando cada uno desde su lugar a instituir una sociedad más justa, más equilibrada, más solidaria, y por tanto más humana. No un nirvana extático, sino un equilibrio social en el que todos podamos ser parte. La armonía es un concepto ajeno al judaísmo. Somos un pueblo de disenso. El ideal no es la unificación sino la pluralidad. Un mundo donde hay lugar para todos y en el que cada hombre asume la responsabilidad por sí mismo y por el otro. En Pesaj cada hambriento viene y come, en Pesaj cada hijo está sentado a la mesa, en Pesaj nos reclinamos como reyes, aún si el manjar es un trozo de matzá, aún si nos faltara como este año en algunas comunidades la carne casher, somos reyes, porque somos dueños de nuestra respuesta. Pesaj, la fiesta de la pregunta, es la fiesta de la libertad.
También hoy podemos escribir una página de Pesaj en tiempo del virus Corona y preguntarnos, no sólo qué cambió este año, sino qué cambiaremos, para corregir, enmendar, e innovar. En qué somos hoy diferentes y a qué nos comprometemos a ser.
Esta noche puede ser diferente si nos permitimos conectarnos con la esfera más verdadera de nuestra humanidad, si nos permitimos remitirnos al pasado para proyectarnos al futuro.
Este año, aún desde nuestro encierro, y tal vez justamente por él podamos decir como el Cantar de los Cantares
`Pues mira, ha pasado el invierno,
ha cesado la lluvia y se ha ido.
“Han aparecido las flores en la tierra;
ha llegado el tiempo de la poda,
y se oye la voz de la tórtola en nuestra tierra.
“La higuera ha madurado sus higos,
y las vides en flor han esparcido su fragancia.
Levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo” (Cantar de los Cantares 2:11-13)

Levantémonos y aspiremos el silencio.
De pronto presenciamos como nacen los pimpollos y la vida palpita con toda su fuerza, recordándonos el ritmo cósmico ininterrumpido… tal como después del diluvio, tal vez es hora de renovar el pacto y volver a nuestra dimensión humana que nos hace seres libres. Lo demás es un golpe a la libertad humana, aún si se reviste de sacralidad ritual. Busquemos en este Pesaj el sentido y la esencia.

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