Reflexión número 1
Este Yom Kipur viajé a oficiar a la comunidad Masortí Aviv de Valencia, España. Es una comunidad pequeña dado que no hay mucha población judía en la ciudad. Sin embargo, es una comunidad que tiene más de quince años de vida, donde se celebran shabatot, los ajaguim del calendario judío, y por supuesto los Yamim Noraim.
Comencé a ser jazanit en Aviv durante los años en que viví en Valencia. Fue el resultado de una necesidad común: alguien tenía que oficiar y conducir el rezo. En un comienzo se traía gente de afuera, lo que implicaba un esfuerzo económico inmenso para la comunidad. Pero sobre todo, suponía traer a alguien que no siempre conocía las melodías a las que estaba acostumbrado el kahal.
¿Y por qué yo? ¿Y por qué no? Me preguntaba. Me gusta cantar, tengo formación en canto, se leer hebreo y siempre he ido a la sinagoga, por lo que la tefilá de Rosh Hashaná y Yom Kipur no me era desconocida. La comunidad decidió apoyarme para que me formara y pudiera ser shlijat tzibur. Años después me trasladé a otra ciudad. Actualmente resido en París. Pero he vuelto este año a oficiar a Valencia, comunidad que siento como mía.
¿Qué es lo maravilloso de esa comunidad? Una comunidad igualitaria, pluralista y conservadora en sus tradiciones, conformada en gran parte por inmigrantes. Con escasos recursos económicos como para contar con un rabino o seminarista todo el año. ¿Cómo logra continuar y vivir? Gracias al trabajo de sus miembros que se organizan de forma voluntaria para desarrollar todas las tareas. No hay profesionales remunerados y en parte, gracias a ello, no hay luchas de poder. Lo que prima es un mismo objetivo común: mantener vivo un espacio judío con el que se identifican y se sienten cómodos.
Claro que no es fácil. Es verdad que muchos, a veces, están cansados. No todo es color de rosa. Pero puedo atestiguar que hemos tenido un servicio de Yom Kipur digno, completo, con lectura de Torá y Haftará, con Shofar (que tocan hasta los niños), con el nusaj correcto en cada momento.
Y un dato más para comentar: Es una comunidad compuesta en un 90% por mujeres. Sus dirigentes son mujeres. Su directora es mujer. Muchas de ellas casadas con no judíos, y sin embargo, educando a sus hijos dentro del judaísmo. Vienen solas o acompañadas. Pero vienen. Y cantan. Y levantan la Torá, la sostienen y la leen. Y mantienen viva nuestra tradición y le dan continuidad y fundamentalmente le dan sentido a sus propias vidas judías.
Reflexión número 2
Hay quienes rezan porque es mitzvá, porque es obligatorio. Otros rezan cuando sienten la necesidad. Otros, para pedir, agradecer o alabar a Dios. Sin embargo, más allá del motivo, para todos lo importante es poder “conectar” con la tefilá. Hacerlo de manera significativa, con kavaná, y no de manera automática.
Imagino que hay quienes conectan perfectamente con el texto, con el significado. En mi caso, empecé a conectar con el rezo por la música. Para mi rezar es cantar. Y es la melodía lo que me emociona y le otorga sentido a la plegaria.
Y ahí entra otro componente de la tefilá que no podemos olvidar. El pueblo judío reza en comunidad. No se puede rezar solo. Y por eso es tan importante encontrar una comunidad donde uno se sienta cómodo, donde pueda seguir el texto, las melodías y sentirse integrado al rezo comunitario.
Reflexión número 3
Para las mujeres que nacimos dentro del movimiento Masortí (conservador) el igualitarismo nunca fue un tema por el cual luchar. Desde hace años se les ha permitido a las mujeres subir a la bimá, leer la Torá, cantar junto a los hombres. Y desde hace años que hay mujeres jazaniot dentro de las sinagogas Masortí.
El papel que antes ocupaba el jazán (esa imagen que tenemos todos del jazán como un cantante lírico) hace años que la ocupan mujeres. ¿Pero cuántas mujeres son rabinas hoy en día en las comunidades Masortí de Latinoamerica y Europa? Y no porque no haya mujeres egresadas del seminario rabínico latinoamericano… Las mujeres seguimos ocupando un lugar secundario.
La falta de mujeres en posiciones de poder se ve en todos los campos del liderazgo: en las organizaciones educativas, deportivas y en las religiosas. Aún cuando desde hace años las mujeres ocupan lugares dentro de las comunidades, ya sea en juntas directivas o en diferentes labores voluntarias, las posiciones de mayor poder le pertenecen a los hombres. Simplemente miren las listas de las juntas directivas y fíjense cuántos presidentes son mujeres.
Pero como mujer y como jazanit creo que en lo que respecta al ámbito sinagogal dentro del movimiento Masortí, no debemos conformarnos con poder cantar y subir a la bimá al igual que los hombres. Y para ello debemos seguir estudiando, aprendiendo, formándonos. Nos “permitieron” ocupar un lugar. Pero para crecer y asumir posiciones de mayor responsabilidades tenemos que seguir formándonos.
Reflexión número 4
Ser sheliaj tzibur implica una gran responsabilidad frente al kahal. Nuestra función es la de ayudar a la gente a conectar con la plegaria. Somos facilitadores. Y para ello hay que saber: saber por qué se reza lo que se reza, saber cuál es el nusaj correspondiente, de dónde viene, cuál es la tradición del lugar, etc. En lo que me toca, ser shlijat tzibur es un continuo aprendizaje. Y para ello, también debemos contar con el apoyo de las comunidades y las organizaciones. Queremos formarnos, estudiar y en el momento adecuado ocupar el lugar que nos hemos ganado.