Por Ethel Barylka
Como continuación de la parashá anterior, la Torá prolonga y enumera las leyes relacionadas con la impureza en general y con el trato a la «Tzaraat«* en particular. Entre las directrices aparece el versículo crucial » Y el metzorá en quien hubiere tal llaga, sus vestidos serán deshechos y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡impuro! ¡impuro! » (Levítico13:45). Una guía que incluye una serie de aspectos y pasos: su ropa será rasgada, su cabeza rebelde y despeinada, como el hombre que está en duelo. Pero no como al hombre afligido al leproso se le ordena que mantenga su boca cerrada, sellada, y por otro lado debe advertir a la gente de su condición exclamando «impuro» «impuro».
Este acto de proclamación presenta una de las grandes dificultades psicológicas del hombre, ya que es bastante difícil por sí mismo confrontarse con la impureza, y mucho más aun declararlo públicamente. Rashí dice algo que podría parecer obvio: «Anuncia que está impuro y se apartarán de él.» Comprensible y simple, pero difícil de hacer. El «metzorá» trajo la enfermedad sobre sí dado su comportamiento social. El que por su lengua y su habla impurifica a los demás debe ahora declarar por la misma boca y lengua su propia impureza. Hay una advertencia en este sentido, ya que está poniendo en potencialmente en peligro a la población. Pero es igualmente también un acto de autoconciencia, (y no solo simbólico) no necesariamente un arrepentimiento por la transgresión cometida, pero sí la primera y más difícil etapa de la toma de conciencia, no solo hacia adentro, sino fuera. Hoy hablamos de la «presencia» de las palabras. De hecho, hay en el «decir» una de presencia, una validación, demostración de hecho. Hay una autoconciencia de «Sí, soy un metzorá, aléjate de mí.» Dice Ibn Ezra acerca de la vestimenta similar a la del doliente que el sentido es que «llorará por mal de sus acciones, porque él ha llegado a esta aflicción por sí… y será doblemente impuro porque siempre por un camino en el que hay allí un poblado advertirá a la gente…»
El comentario de de Rabi Menajem Medel de Reminov hecha luz sobre el tema desde un ángulo diferente, de acuerdo con el mismo enfoque que ya encontramos en el Tratado de Kidushin 70a. «Todo el que descalifica por su propio defecto descalifica» «… Tienen buen sentido el por qué la Tzaraat se da como castigo por la maledicencia, medida contra la medida, ya que seguramente quien calumnia a su prójimo carece del sentido de la humildad… O sea, que debemos alejarnos de toda la grosería siempre y hasta última instancia y ser siempre de los ofendidos y no de los ofensores… Que el que calumnia es el pecador que descalifica a su prójimo en su propio defecto y el ofendido está limpio de culpa… o podríamos decir que todo quien descalifica a su prójimo se considera a sí mismo libre de todo culpa y pecado, porque si conocería su propia falla, no hablaría así sobre otro. Porque no está su corazón dispuesto a confesarse y corregirse, por lo que recibe el castigo del Tzaraat para que regrese en arrepentimiento y revise sus acciones ya que sabe que ha merecido un castigo, y así como ha traído mal a su espíritu así ha recibido mal en su cuerpo, para que despierte su corazón y se cure» (Siftei Tzdikim, parasha Behaalotjá).
De tanto ocuparse del problema de la otra persona, no se ocupa el hombre de sus propios asuntos, sino que proyecta sobre el otro sus propios defectos: «Todo el que descalifica, en su propio defecto descalifica». Prefiere arrojar hacia afuera que mirar hacia dentro. El silencioso y el distanciamiento impuesto al enfermo de Tzaraat también puede venir a asistirlo en la indagación interna que necesita.
La misión del metzorá es difícil, necesita entender que fue él quien trajo la enfermedad sobre sí mismo a través de su comportamiento. Nuestra misión es aún más difícil: no tenemos la marca externa en la piel que indica el defecto de comportamiento. En tal realidad, tal vez el principio de «todo quien descalifica en su defecto descalifica» puede ser una guia para entender el alma si recordamos que cada vez que descalificamos o invalidamos algo en alguien, hay en ello en gran medida un reflejo de nosotros mismos. El otro nos hace de espejo para ver lo que no siempre queremos ver.
*Tzaraat: una enfermedad de la piel, que algunos identifican con lepra, y que conforme a la Torá es consecuencia de la trasgresión de la maledicencia.