Por Ethel Baryla                                                          Ilustración: art_by_dena

Al final de la parashá anterior, parashat Noaj, atisba la figura de Sará que hace su aparición en escena de un modo bastante extraño.

Sarai es introducida al lector en el contexto de la genealogía de Avram:

“Y vivió Téraj setenta años y engendró a Avram (Abraham), a Najor y a HaránY éstas son las generaciones de Téraj: Téraj engendró a Avram, a Najor y a Harán, y Harán engendró a Lot. Y murió Harán en vida de Téraj, su padre, en la tierra de su nacimiento, en Ur de los caldeos. Y tomaron Avram y Najor para ellos, mujeres; el nombre de la mujer de Avram: Sarai, y el nombre de la mujer de Najor: Milcá, hija de Harán, padre de Milcá y padre de Yisca”. Génesis 11:26-29.

Nada sabemos de ella antes de eso, cobra vida sólo al entrar en escena, como cónyuge de Avram.

Inmediatamente después, como si fuera parte de la misma presentación, el texto dice:

Y era Sarai estéril, no tenía ella descendencia” (Génesis 11:30). 

¿Cuál es el sentido de acentuar la esterilidad de Sarai, utilizando el recurso de la reiteración “estéril y no tenía descendencia”?.  El relato bíblico no es cronológico, parece obvio que la esterilidad no es comprobada de manera inmediata a continuación de la boda, sino tiempo después. Sin embargo, hay quienes plantean justamente que el hecho de no embarazar inmediatamente era considerado en el mundo bíblico como esterilidad, la falta de progenie pareciera cumplir alguna otra función. ¿A partir de qué instante consideramos a una mujer como estéril? Si su destino es la procreación, es estéril cuando su primer intento de embarazo no fructifica.

¿Cuál es el sentido de que Sará, la madre del pueblo, la mujer del padre de la nación no puede tener hijos? ¿Será éste un indicio que el judaísmo no es sólo cuestión de herencia genética? Que la paternidad y la maternidad no son sólo producto biológico, sino ideológico y formativo.

Sará no es la única mujer estéril en el texto bíblico. La mujer en el mundo patriarcal antiguo cumple ante nada la función de reproducción, es ella quien permite la reproducción del clan, de la tribu. En el mundo antiguo la progenie numerosa garantiza en gran medida la posición de la mujer. Los niños, como en toda sociedad tradicional, representan también parte del sostén económico, por tanto, parte del poder. Aportan más a la economía que lo que consumen. Comienzan a trabajar desde pequeños. Una mujer que no procrea no aporta al desarrollo y el bienestar de su familia, su tribu.  ¡Sará es estéril y después tiene sólo un hijo! Es una matriarca poco productiva, y, sin embargo, la Madre del pueblo.

La esterilidad de Sará, subraya y acentúa justamente otros aspectos de su personalidad. Lo que normalmente era considerado como un factor que disminuía el valor de la mujer en el mundo antiguo, no parece incomodar a Dios en su elección de Abraham como padre de la nación. La Madre por antonomasia es estéril, poniéndose así de relieve otras de sus cualidades, más allá de la maternidad y enfatizando al mismo tiempo, el deseo, el anhelo por los hijos. Hijos que no llegan como un acto natural espontáneo, sino por la intervención divina. La esterilidad como la interpretación de la misma como un acto relacionado a la voluntad divina aparece curiosamente en las cuatro matriarcas.

Sara manifiesta claramente que fue Dios quien le privó la posibilidad de procrear, casi lamentando, casi protestando: “Y dijo Sarai a Avram: He aquí que el Eterno me ha impedido tener hijos” Génesis 16:2.

¡El mismo Dios que la elige como matriarca, le impide tener hijos!

Pero luego llega la promesa:

“Y la bendeciré, y también daré de ella para ti, un hijo; y la bendeciré y vendrá a ser madre de naciones: reyes de pueblos procederán de ella” Génesis17:16.

La historia relatada en las Escrituras, difiere radicalmente de otras culturas y civilizaciones en las que existen mitos fundacionales relacionados con la tierra-madre. Hay allí parejas divinas, cielo-tierra evocados como motivo central de la mitología universal. La esterilidad de la mujer está relacionada con la esterilidad-fecundidad de la tierra en las sociedades agrícolas. Nada de ello podemos encontrar en los relatos bíblicos. Ni en forma velada ni en la letra o el espíritu. Tampoco aparecen rituales de fecundización. Las parejas de los patriarcas y las matriarcas son cien por cien humanas, son testigos de la revelación de Dios, pero están lejos de ser como dioses. Tampoco lo pretenden. Cada uno es presentado por el texto en su pequeñez y sus sentimientos terriblemente humanos. La historia de la primera familia del pueblo es una increíble saga de conflictos, celos, lucha, amor y pasión. En su pequeñez encontramos sus virtudes humanas. De sus errores aprendemos. En esa forma nos identificamos.

Cada una de las figuras femeninas presenta una modalidad, un carácter especial.

 

 

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