Por Ethel Barylka

Este jueves, coincidiendo con el día 11 del mes de Jeshván, marcamos conforme a la tradición el aniversario de la muerte de Rajel Imenu, la matriarca Raje. Rajel que pese a que su vida fue de solo 36 años en tiempos en los que la mayoría de los personajes bíblicos eran longevos, dejó una marca indeleble en la historia y el corazón de nuestro pueblo.

Hay algo muy particular en su personalidad que le da un lugar preeminente en nuestra memoria.

El amor de Yaacov por Rajel es quizás la historia de amor más famosa de la Biblia, enfatizada en muchos versículos. Por ejemplo, “Yaacov amaba a Rajel… y le parecieron unos pocos días por el amor que la amaba” (Bereshit 29: 19-20). Incluso años después de la muerte de Rajel, Yaacov se refirió a ella como su única esposa verdadera, como se desprende de sus palabras a sus hijos, citadas por Judá: «Como saben, mi esposa me dio dos hijos» (Bereshit 44:27).

Junto al amor incondicional entre Yaacov y Rajel, tanto la Torá como el midrash describen varios incidentes en los que Yaacov y Rajel tuvieron desacuerdos o se comportaron de manera muy diferente el uno del otro. Uno de esos desacuerdos más recordados fue cuando Rajel vio que no había dado a luz y sintió envidia de su hermana Leá; y Rajel dijo a Yaacov: «Dame hijos, o moriré». Yaacov no entendía el reclamo, él que la amaba, estaba indignado con Rajel y dijo: «¿Puedo ocupar el lugar de Dios, que te ha negado el fruto del vientre?» (Bereshit 30: 1-2).

Si recorriéramos con detenimiento todo el libro Bereshit encontraríamos explícita e implícitamente divergencias entre las opiniones de Rajel y su amado Yaacov.

Conocemos la personalidad de Yaacov. Su paciencia. Sus dudas. Su sufrimiento. Su preocupación por lo inmediato. Su incapacidad de aceptar que su hijo Yosef había sido muerto esperando volver a encontrarlo sin compasión. Yaacov intentaba como jefe del clan ver el panorama general y, por lo tanto, a veces no pensó que fuera necesario abordar un problema de inmediato. Tenía perspectiva. Incluso en ciertos momentos no se relacionó con lo que estaba sucediendo como negativo porque vio el evento en términos de cuál sería su lugar en el contexto más amplio.

Rajel, por el contrario, fue más intransigente. No estaba dispuesta a tolerar el mal y exigió que se luchara contra él de inmediato, eliminándolo en la medida de lo posible, incluso a costa de un enredo posterior.

Esta diferencia de enfoque se encuentra en muchos episodios de la vida de Yaacov y Rajel.

Pero, las plegarias de Rajel son aceptadas, no solo porque al fin dejó de ser estéril sino porque mira y ve el futuro.

No en vano, el profeta Jeremías 31:15 enseña:

Así dice el Señor: Se oye una voz en Ramá, lamento y llanto amargo. Rajel llora por sus hijos; rehúsa ser consolada, por sus hijos que ya no existen. Pero el Señor dice: ¡No llores más, porque yo he oído tus plegarias y te aseguro que los volverás a ver; regresarán a ti desde la lejana tierra enemiga donde ahora se encuentran! Hay para ti esperanza en el futuro próximo, dice el Señor, y tus hijos e hijas volverán a su patria.

Las oraciones del resto de los patriarcas no fueron aceptadas porque veían el exilio como parte de un panorama más amplio, y aunque lamentaron las penurias, aceptaron los factores que hicieron imposible llevarlo a cabo hasta su fin de inmediato. Se conformaron.

Rajel, por el contrario, exigió una solución inmediata a las dificultades, solicitando que así como ella había estado dispuesta a renunciar a todo su futuro para evitarle a su hermana incluso un momento de humillación, así también el Señor debería redimir a sus hijos de inmediato. Dado que Rajel estaba dispuesta a pagar un precio personal tan alto por el camino que eligió tomar, sus oraciones fueron aceptadas.

Esta diferencia de enfoque se encuentra en muchos episodios de la vida de Jacob y Rajel.

Cuando Labán sustituyó a Lea por Rajel, y Rajel vio que era probable que Lea fuera humillada si salía el engaño, decidió salvar a Lea en el acto, incluso al precio intolerablemente alto de perder a Jacob para siempre. Cuando el Señor le impidió concebir, ella no estuvo dispuesta a aceptar la explicación de Jacob de que ese era el decreto del Señor, pero exigió que se solucionara de inmediato la situación. Cuando Rajel estaba a punto de dejar la casa de Labán, robó sus ídolos para no dejar a su padre con la contaminación de la idolatría cuando ya no tendría más posibilidades de influir en él. Y mientras exhalaba por última vez, ningún nombre para el recién nacido era más apropiado para describir la tragedia de su vida que Ben Oni, hijo de mi sufrimiento.

Ésa era la forma de actuar de nuestra matriarca Rajel: mirar la realidad del momento y no permitir que lo malo persistiera ni siquiera temporalmente, sino intentar sobrellevarlo, aunque tuviera que pagar un precio en el futuro. Aunque estamos más acostumbrados a seguir el camino de Yaacov, el midrash nos enseña que hay momentos en los que solo el camino de Rajel puede tener éxito.

Rajel, no fue enterrada en la Cueva de la Majpelá, junto con el resto de nuestros patriarcas y matriarcas. Por un lado, algunos interpretan esto como una mala imagen de Rajel, como un castigo por haber estado dispuesta a renunciar a una noche con Jacob a cambio de las mandrágoras de Rubén: “Ya que ella había despreciado por acostarse con este hombre justo, no tenía el privilegio de ser sepultado con él” (Rashí sobre Bereshit 30:15, basado en Bereshit Rabá 72.3). Por otro lado, otros han dicho que era necesario que Rajel fuera enterrada en el camino para que pudiera orar por sus hijos mientras pasaban por su lugar de sepultura camino al exilio

¡No llores más, porque yo he oído tus plegarias y te aseguro que los volverás a ver; regresarán a ti desde la lejana tierra enemiga donde ahora se encuentran! Hay para ti esperanza en el futuro próximo, dice el Señor, y tus hijos e hijas volverán a su patria.

 

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