Por Jenny Asse Chayo Ilustración: Avigail Sapir @artbyavigailsapir
Leer es buscar el Rostro, pero la inmensidad es inabarcable. El guiño de Dios está impreso en Su Creación. En sus ojos palpita el Universo. En un parpadeo crea.
-¿Dios llora?
-cuando Dios llora un diluvio cae sobre el mundo.
-Dime el porqué de las lágrimas de Dios.
-La perversión de los hombres. (Pervertir es hacer una bifurcación en el plan original)
-¿Desviar? ¿Desviarse?
-Partir el rumbo en dos.
Satán significa el que desvía.
-Y el hombre, ¿dónde está el hombre?
-He ahí la pregunta primordial, el mismo Dios se la hizo a Adán después de pecar.
¿Ayeka?! ¿Dónde estás?
El eco de esta pregunta ha atravesado los siglos y nos persigue.
Adán se escondió y culpo.
¿Ayeka?
Los ecos de esta pregunta anuncian una respuesta.
-Ayeka, ¿dónde estás?
-Enredado a la serpiente.
Adán pecó y culpo al otro de su pecado.
Eva también fue interpelada.
Ella se llenó de la ira de la traición y culpó a la serpiente de su pecado.
-¿A quién culpó la serpiente?
La serpiente cumplió con el mandato de tentar y aún así fue castigada.
Satán es un sirviente de Dios.
-¿Hubiera podido el mal nunca existir?
-El mal hubiera podido no entrar en los hombres, pero comieron el fruto y dentro, en la sangre corrieron sus semillas.
Caemos.
– ¿Dónde estás?
Los ecos de la pregunta nos persiguen.
Cada hombre dará una respuesta.
Caemos en la paciencia de Dios.
Él es llamado El que espera.