Por Ethel Barylka Ilustración: Alyse Radenovic
Después de 34 años de separación Yaakov se reencuentra con su hermano Esav. Después de la reunificación familiar se instala a la entrada de Shjem. Su hija Dina, es violada por Shjem hijo de Jamor que gobierna esa tierra que pide tomarla como mujer y ofrece como dote lo que Yaakov le pida. “Aumentad a cargo mío mucha dote y dones, y yo daré cuanto me digáis; y dadme la joven por mujer” (Bereshit 34:11). Yaakov decide esperar hasta encontrarse con sus hijos antes de responder. “Pero oyó Yaakov que Shjem había amancillado a Dina su hija; y estando sus hijos con su ganado en el campo, calló Yaakov hasta que ellos viniesen” (Bershit 34:5).
Jamor, tal como se acostumbraba en aquel entonces, se dirige para hablar con Yaakov y pedir a su hija como esposa para su hijo. Pero, de manera sorprendente la conversación no se lleva a cabo entre ambos padres sino entre todos los hombres de la familia “Y se dirigió Jamor padre de Shjem a Yaakov, para hablar con él. Y los hijos de Yaakov vinieron del campo cuando lo supieron; y se entristecieron los varones, y se enojaron mucho, porque hizo vileza en Israel acostándose con la hija de Yaakov, lo que no se debía haber hecho. Y Jamor habló con ellos, diciendo: El alma de mi hijo Shjem se ha apegado a vuestra hija; os ruego que se la deis por mujer” (Bershit 34: 6-8).
Dina –tan predeciblemente- no aparece en la escena. Ni siquiera en este caso se le pregunta su opinión.
Los hijos de Yaakov traen alegatos supuestamente religiosos que nada tienen que ver con la realidad. “Y les dijeron: No podemos hacer tal cosa, dar nuestra hermana a un hombre no circuncidado, pues para nosotros eso es una deshonra” (Bereshit 34:14).
Es más que evidente que entre esta respuesta y la realidad no hay ningún contacto.
Sorpresivamente Jamor y Shjem su hijo, vinieron a la puerta de su ciudad, y hablaron a los varones de su ciudad, diciendo que “para que seamos un pueblo: que se circuncide todo varón entre nosotros, así como ellos son circuncidados”. Sin embargo ello no conforma a Shimón y Leví, que deciden engañar conscientemente a Shjem. Jamor y Shjem y todos los pobladores a su cargo, llevan a cabo el pedido: “Y obedecieron a Jamor y a Shjem su hijo todos los que salían por la puerta de la ciudad, y circuncidaron a todo varón, a cuantos salían por la puerta de su ciudad”, pero no logran convertirse en el mismo pueblo.
“Después de la circuncisión, -nos relata la Torá en el mismo capítulo- dos de los hijos de Yaakov, Shimón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. Y a Jamor y a Shjem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Shjem, y se fueron. Y los hijos de Yaakov vinieron a los muertos, y saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana. Tomaron sus ovejas y vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo, y todos sus bienes; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres, y robaron todo lo que había en casa”.
Yaakov queda sorprendido por la acción de sus hijos. “Entonces dijo Yaakov a Shimón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa. Pero ellos respondieron: ¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?”
La respuesta de los jóvenes confirma que nunca tuvieron la intención de perdonar a quienes perpetraron la afrenta en su hermana y que todo fue planificado para que puedan vengarse.
Najmánides, Rambam, (Bereshit 34:13) rechaza el argumento que lo que motivaba a los hermanos era hacer justicia con los hijos de Shjem… “el derecho de hacer justicia no estaba en manos de Yaakov y sus hijos” “porque los hijos de Shjem eran perversos y que la sangre para ellos valía como el agua, deseaban vengarse”.
Cuando Yaakov bendice a sus hijos, responde más reflexiva y categóricamente: “Shimón y Leví son hermanos; Armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros. Maldito su furor, que fue fiero; Y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Yaakov, y los esparciré en Israel” (Bereshit 49:5-7).
Ramban dice “no hay bendición aquí… porque Yaakov se enfadó con Shimón y Leví porque asesinaron a las personas de la ciudad y tomaron el botín de personas que no le habían hecho nada y aceptaron circuncidarse, y quizás se hubieran arrepentido y regresado a Dios y quizás hubieran formado parte de la familia de Abraham… y también porque no le dijeron que iban a hacer y sus actos profanaron el Nombre de Dios… y así me parece del mismo versículo, porque mataron a las personas durante su ira, y su deseo y cuando ya se calmaron de los asesinatos tomaron al ganado”.
Parece que no se puede explicar el crimen ni siquiera con el argumento simplista y bárbaro de la defensa del “honor de la familia”, porque en ese caso se hubieran conformado castigando únicamente a quien violó a su hermana.
Shimón y Leví eran miembros de la elite, personas educadas, conocedores de las normas y de la Torá, pero actuaron como personas inhumanas y feroces.
En esta historia podemos ver como también personas, tan bien educadas, pueden por medio de pretextos y racionalizaciones, deslizarse a una situación los convierte en asesinos de toda una ciudad, sin percibir que cometieron uno de los crímenes más horrendos imaginables.
De la posición de su padre –nuestro patriarca- Yaakov, podemos redactar un código ético para nuestros días.