Parashat Ki Tavo comienza con » Y será que, cuando hubieres entrado en la tierra» (Deuteronomio 26: 1). Gramaticalmente debería haberse dicho «cuando entres» a la tierra. Puede ser que el versículo no se refiera solo al mandato de las primicias, sino que tenga algunas otras implicancias. ¿Por qué entonces dice «cuando hubieres entrado»?
La frase «cuando hubieres entrado» –ki tavo- puede entenderse de dos formas: una como mandamiento, prescripción e instrucción general y la otra como promesa. Es decir, no te molestes demasiado en planificar el futuro en el país, qué pasará cuando vengas a él, etc., sino que mejor dedica tu tiempo y energía a pensar cómo será, porque seguro que llegarás a él.
Es posible que el mandamiento expresado en singular, también implica la acción individual que cada uno debe realizar, así como cada uno debe traer las primicias, así cada judío debe venir a la tierra. La tierra a la que hay que aspirar, no lo es sólo en sentido geográfico, sino que es aquel espacio espiritual al que debes procurar llegar. Y cuando llegues allí recuerda que toda esta bonanza no es sólo tuya, y que debes compartir tus frutos y tu alegría por el bien y la abundancia con quien no lo tiene, con quien depende de ti, aquellos que no tienen su propia parcela de tierra. «Y te alegrarás, tú y también el levita y el forastero que está en medio de ti, por todo el bien que el Señor tu Dios te ha dado a ti y a tu casa. Cuando acabes de pagar todo el diezmo de tus frutos … entonces lo darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, para que puedan comer en tus ciudades y sean saciados» Devarim 26:11-12
Compartir con los necesitados es parte esencial del mandamiento de las primicias. De la mano caminan en esta parashá los mandamientos del hombre para con Dios y los mandamientos del hombre para con su prójimo. Esta idea será acentuada más aun en la continuación de la parashá: Moshé comienza a nombrar las maldiciones, y a cada una de ellas, el pueblo responde «amén».
«Maldito el hombre que haga ídolo o imagen de fundición… Y todo el pueblo responderá, y dirá: Amén. Maldito el que desprecie a su padre o a su madre. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que cambie el lindero de su vecino. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que haga errar al ciego en el camino. Y todo el pueblo dirá: Amén.
Maldito el que pervierta el derecho del forastero, del huérfano y de la viuda. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que se acueste con la mujer de su padre. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que se eche con cualquier animal. Y todo el pueblo dirá: Amén.
Maldito el que se acueste con su hermana, la hija de su padre o de su madre. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que se acueste con su suegra. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que hiera a su vecino secretamente. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que acepte soborno para quitar la vida a un inocente. Y todo el pueblo dirá: Amén. Maldito el que no confirme las palabras de esta ley, poniéndolas por obra. Y todo el pueblo dirá: Amén. Devarim 27:15-26.
La Torá no clasifica entre los «malditos»: el soborno, el robo, el incesto, la violencia familiar –golpear secretamente- todas son transgresiones con la misma gravedad. Esto viene a enseñarnos que la categorización entre mandamiento para con Dios y mandamientos para con el hombre, puede ser una división útil desde el punto de vista didáctico pero no se relaciona a la esencia y puede conducirnos a errores.
El hombre santifica el nombre de Dios a través de su conducta familiar y social, exactamente del mismo modo que lo hace al traer las primicias, o al abstenerse de realizar ídolos o al elevar una plegaria. No es posible el servicio a Dios sólo en el Santuario, es necesario servirlo en la tierra. El deterioro de uno de los valores, implica el deterioro general. No se puede separar en categorías estancos. La sociedad humana a la que pertenecemos es una sólo y único tejido. Los mandamientos no son para Su servicio (Él en su completud no necesita nada), los mandamientos nos ayudan a encontrar la escalera para elevarnos por sobre nosotros mismos, crear el lugar, el espacio humano basado en la justicia y el juicio, la bondad y la misericordia.
El pueblo contestó a cada «maldito» con un «amén», de aquí la responsabilidad colectiva en la creación de las condiciones para que el hombre pueda conducirse de la manera esperada. Ya sea en educación como en las desiciones estatales, o en el ámbito del sistema legal, maldito es el hombre, pero la responsabilidad es de la sociedad en su totalidad.