La lectura de esta semana es una continuación de la descripción del Servicio Divino, pero esta vez desde el punto de vista del ejecutor. Sí en la lectura anterior leemos «el Eterno llamó a Moshé y le habló desde el Tabernáculo, diciendo:  Habla a los hijos de Israel y diles: «Cuando alguno de vosotros traiga una ofrenda al Eterno….» (Vaykrá 1:1-2) en un lenguaje general dirigido a todo el pueblo, en esta lectura las palabras están destinadas específicamente los sacerdotes:  «y habló el Eterno a Moshé, diciendo: ordena a Aharón y a sus hijos diciendo: esta es la ley del holocausto» (Vaykrá 6:1-2) y continúa la lectura con el detalle del servicio sacerdotal «Y el sacerdote se vestirá su túnica de lino, y también calzones de lino vestirá sobre su carne. Y separará la ceniza a que fue reducido por el fuego el holocausto que estaba sobre el altar, y la pondrá junto al altar.  Y se quitará sus ropas y se pondrá otras ropas, y sacará la ceniza fuera del campamento, a un lugar puro».  (Vaykrá 6:3-4)

Aparentemente una directriz acerca de ropas y atuendos. Con todo, debemos prestar atención a una serie de contextos que se desprenden del versículo: En primer lugar, aún el trabajo con las cenizas que ensucian es una tarea realizada por el sacerdote mismo y no por sus ayudantes, subalternos o criados de baja jerarquía, sino que es considerado como una parte del Servicio Divino en sí.  La ofrenda de la ceniza, la limpieza del altar, la extracción de la ceniza hacia afuera, todos estos son trabajos sencillos que aparentemente cualquiera podría realizar. Sin embargo, la Torá no solo enfatiza la acción, si no el cambio de la vestimenta.  También esta acción debe realizarse con las ropas sacerdotales aptas. No la ropa vieja y gastada que solemos guardar para ocasiones de trabajo sucio. Dice al respecto Najmánides que la de la ofrenda de la ceniza requiere de los mismos pormenores de vestimenta que todos los otros actos del sacerdote.
La observación del Cli Yakar echa luz sobre este tema diciendo «hay quienes dicen que la ofrenda de la ceniza es un trabajo liviano y detestable, y por tanto hay que prevenir que el sacerdote no vista ropas cortas para no ensuciarse o que tome precauciones para que su cuerpo no se ensucie con las cenizas, por eso está escrita que serán sus ropas, de su medida…»
No solo que el sacerdote en persona debe realizar esta tarea, sino que debe comenzar el servicio matinal todos los días con ella, como una manera de recordarle su vinculación con los temas terrenales. Su trabajo no consiste solo en las alturas de la espiritualidad y la conducción del pueblo en el sentido religioso elevado por sobre la cotidianeidad, sino que justamente el servicio comienza desde lo más bajo, porque cuando se trata del servicio divino no hay deshonra por un lado y por el otro la ocupación con las cenizas le recordara a él mismo que no es más que tierra y polvo, un hombre con sus limitaciones pero un hombre del cual depende el destino de otros y que por lo tanto debe  que no debe estar permanentemente consciente de esta responsabilidad. Los demás confían en que él sabrá hacer el trabajo divino.

Estos temas revisten un significado especial cuando pensamos por ejemplo en el tema de las mujeres agunot o en los temas de violencia intrafamiliar y tantos otros problemas de nuestra época, por lo que hacemos un llamado a nuestros líderes espirituales a recordar que el servicio divino debe hacerse por su intermedio, desde abajo, de la unión con lo terrenal, desde sacar las cenizas desde la parte inferior, de las verdaderas necesidades del ser humano de justicia y juicio. Comienza de las necesidades básicas del ser humano a un espacio seguro y amable dentro de su hogar. Hacemos un llamado para recordar que el pueblo confía en ellos, y que la suerte de centenares y de miles de mujeres y niños  depende de sus actividades.
El trabajo en el Santuario a veces significa hacerse cargo de los desechos y las cenizas caídas, de los trastos sociales y ocuparse de los hombres que se niegan a divorciar a sus mujeres. Muchas veces no es la Torá que les guía, sino su estrechez de mira, la venganza, y muchas veces solo la maldad.
El servicio divino obliga a nuestros líderes a visitar y conocer lugares muy alejados de lo sublime, lo elevado y lo espiritual, y es en estos casos en los que el cohen se viste con las prendas sacerdotales. Para ello tienen el mandato nuestros jajamim y nuestros líderes espirituales.
Tenemos la esperanza que el grito de las mujeres de nuestro pueblo se oiga y que los líderes sepan también «apoyar sus manos sobre la ofrenda del pecado» y con verdadera constricción y dolor, puedan reconocerlo ante ellos y ante D-s y comenzar de esa manera a corregir lo distorsionado.

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