Mujer y Judaismo

Por Ethel Barylka                                                                    Ilustración: Ahuva Klein

 

Parashat Trumá abre la serie de parashiot que presentan la construcción del Mishcán y sus utensilios.
Para construir el Mishcán, toda la nación debe dar una donación: “Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda” e inmediatamente el mandamiento trae lo que puede parecer una contradicción, pues la donación debe ser “de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda” (Shemot 25:2).
Es decir, el aporte debe ser exclusivamente por propia voluntad.

Es interesante el hecho de que no se aplicó ningún impuesto especial para la construcción del Mishcán, ni siquiera el de medio shekel, sino que en realidad también el monto de la una donación depende de la voluntad del corazón de la persona. Depende del individuo decidir si quiere ser parte de esta construcción.
La movilización del pueblo de Israel, que leemos a continuación, fue tan masiva que Moisés tuvo que pedirles que no trajeran más, a pesar de que las paredes del Mishcán no llevaban carteles en los que eventualmente se podría haber eternizado el nombre de los donantes.

En estos días de crisis económica mundial, particularmente por la situación de pobreza y desocupación provocada por el Covid-19, parece extremadamente significativo que tengamos capacidad de pensarnos como un pueblo de donantes. La tradición judía nos enseña sobre el mandamiento de la tzedaká en detalle. Vemos la diferencia entre la tzedaká que es una obligación y la donación voluntaria al Mishcán.
En el caso de alguien que no quiera dar tzedaká o que da menos de lo que debería, un tribunal debe “castigarlo con azotes hasta que dé lo que estimen que debería dar. Deben traer su dinero frente a él y quitarle lo que debería haber dado, y pueden empeñar su propiedad por tzedaká, incluso si fuera en la víspera del shabat… (Rambam, Leyes de los Regalos para los Pobres 7, 10).
La obligación del diezmo también se detalla en la Torá, al igual que otras obligaciones financieras. Sin embargo, en la construcción del Tabernáculo la acción debe ser voluntaria y no se puede obligar a una persona a participar en ningún movimiento espiritual o de fe.

Parece, entonces, que el mandamiento principal de contribuir al tabernáculo es la voluntad.
Muchos comentaristas interpretan que esto se deriva de la raíz de la idea central “De Dios es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Tehilim  24: 1), es decir, el mundo material pertenece a Dios de todos modos. Así también está escrito “mía es la plata, y mío es el oro, dice Dios de los ejércitos” (Jagai 2:8). Es decir que se trata sólo de una devolución de algo que igualmente pertenece a Dios (Ver el ALSHIJ HAKADOSH). En otras palabras, “estos materiales, con los que debemos demostrar nuestra devoción a Dios – son de él, porque Dios los recibió primero” (ver Shimshón Refael Hirsch allí).
Otro pensamiento puede llevarnos a una gran frustración, aunque estemos calificados entre los más ricos del mundo.
La actual crisis mundial requiere que todos tengamos mayor modestia y gratitud en el dar y cumplamos nuestra obligación de dar al necesitado como lo explica Rambam, mucho antes que nos vengan a reclamar el incumplimiento de nuestro deber moral y nuestro deber judío.

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